sábado, 15 de diciembre de 2007

O cómo no morir pétreo en la plaza de alguna esquina

El héroe se gesta y germina en la soledad que el ejercicio del poder necesita. En la oscuridad célibe, asexuada y onanista que algún asesor de la patria propone a secas y en seco. Nace para algunos y se hace el muerto para otros, porque se cría y crece planificado; lo preparan para ser adulto, para que guíe nuestro calámbrico paso, nuestra inocente e inmadura necesidad de contar con héroes, una especie de orientador preciso, que señale el rumbo exacto y, si se puede, nos acompañe o nos lleve, eternamente, sobre su robusto y forjado lomo.

El héroe se fortalece, su bronce se asolea y no hay duda que la protección que porta lo hace más héroe. Estoico quizás, porque nadie sería capaz de soportar tanto bronceado que obsequia la débil capa de ozono o esa mácula climática cuando el frío arrasa. Son su cáncer de piel a vista de todo mundo, cuidado sin ungüentos, sin sombrillas, que no hace sombra a su recio y patinado porte. El héroe se halla héroe, para eso nace, por eso se desvive. Nadie le cuenta cuentos. Nadie le oxida su pasado, menos su paso terreno. Su miel romana es su maquillaje y ropaje de mil batallas, el irreverente estiércol palomero su única derrota y mancha, que bien cuestiona su exagerada hoja de vida.

El héroe es un anónimo antónimo, es conocido de todos y de nadie, eso pretende. El héroe no tiene nombre, se lo buscan en la guía de sociedades anónimas o en las lápidas señoriales exitosas; su bautizo se planifica en la pileta que baña a los de su clase, haciéndolo más a-dorado, más epitáfico, menos mundano. Se encuentra en la historia porque la historia reclama que sea el indicado, su yo merito, se esmera en la demanda que así sea, y la historia, que antojadiza se escribe, le obsequia el perfil benemérito con robustos escritos, con interminables loas, porque no es sencillo, ¡No! El héroe no inventa ser prócer, sus intermediarios derrochan coraje y uno que otro billete, con su rostro dorian gray, en aras de resarcir o de costurear toda filigrana que lo hará más retrato de héroe, más paño que cubra el polvo de la tierra o delicado sudario patrio infalsificable.

El héroe nos vigila, su panóptico mirar es nuestro guardián moral, y nos acusa porque delata nuestras carencias, nuestras calamidades cívicas. El desmedido sigilo que convoca desde su altar, desde su intachable plinto ciudadano, ante nuestra presencia, enaltece, de reojo, su rabillo coraje de identidad, comisura que demanda se reitere o copie (él sabe que no es posible) en todos quienes no tienen su suerte. El orden y patria es su misión prima, su gesto paternal de hermano prócer es palabra de ley. Allí enaltece su monumentalidad ética, que es su palacio de menosprecio, para los que abajo lo admiran y reclaman. Es el desnivel terreno, a su altura, que cuida su inmaculada y mortuoria plusvalía.

El héroe es mito, es riesgosa religión del objeto, alegoría que desfigura sus alcances, su de adeveras. Apariencia que jura de pié en el altar patrio, rodeado de autoestima y de cultura que, el héroe se advierte, y nos mira desde y hacia el infinito (todo es cercanía para su lejana presencia) para avisarnos que, a él, no le caben habladurías porque éstas le sobran. Y nos avisa su hidalguía, su valor, su bravura, sus razones, su cabal conocimiento, desde la engrandecida piedra angular de la mitomanía, desde la roca del falso ídolo, desde el embustero mito que se populariza, porque el héroe no se trepa en la historia, lo arriman a ella. El héroe es el arquetipo para cuando faltan o se ausentan los mitos.

El héroe es inacabable, para todos alcanza, su legado sobra para quienes todo les falta. Su estirpe educa y sensibiliza, el héroe no improvisa, para ello nos estudia desde su atalaya, es su post título de imposiciones con diploma broncíneo que con sangre entra. Nuestro temor es su coraje y con éste agrupa la poblada, manteniéndola adulada y en la raya que sosiega todo brote de revueltas, todo probable síntoma de desprecio hacia o para quienes nos dieron, en su generosidad estadista, la patria que hoy no reclama, nunca lo hace, y es allí en donde, el héroe, jamas ve dificultades, porque siempre se topará con ellas. En suma, el héroe congrega, reúne odios y se minimiza dispersando los elogios.

El héroe es héroe, no tiene parangón, no es copia porque su originalidad no es símil y no está al alcance de imprentas, clonaciones, fotocopiadoras ni escultores. Su legado, que es su servicio a la patria, es su matriz calcárea y cerosa, su molde es su molde y se rompe al instante que nace, porque allí muere junto a la fibra de héroe que oculta su origen. Su edición de identidad no tiene ADN, es prueba de estado sin idem, sin bis, no es mellizo de nadie, no es extensil, es genoma a prueba de robo. El héroe no tiene resquicios que le hagan mella, ni sombras que hagan dudar de su única y personal existencia. El héroe es idéntico, es espejo roto y reflejo de si mismo.

El héroe se prepara, él tiene su hora, el tiempo lo orada, y se alista con desenfado para todo rechazo, rígidamente contempla los riesgos, no los sufre porque su carne o piedra propia son tan duras que no le entran balas, porque son éstas las que hieren su orgullo. El héroe no siente riesgo alguno, porque morirse es su experiencia necesaria, y se impulsa, nada detiene su abordaje, para seguir muriendo con honor en su vanagloria de ser héroe, y se cubre de gloria para protegerse del fanatismo de algunos. No vaya a ser. El héroe no tiene enemigos, sencillamente, se los inventan, la patria se los dona, se los capta en cuotas.

El héroe es ilimitado, tan sólo tiene como fronteras la vida y la muerte, su límite desiste ser pedestal de la patria, porque sólo quisiese, su estrategia geopolítica le enseña, no estar en el borde justo, en aquel que lo mande de bruces a su heroico ocaso, al sitial de los que no tienen en dónde caerse muertos, en la extraña soledad de aventurar pasos de falso mesías, sin dios ni leyes, y terminar, tan solo, en el tacho en donde se derrite su prontuario, su viril presencia, su fina y ya extinta estirpe caudilla. Y llora esa escena, y llora porque, el héroe, teatraliza su mejor pose pública, su escarnio es su drama, su muerte en vida.

¡Uy, que lindo que se ve desde aquí abajo!

El héroe se impone, se legitima, la legalidad lo absorbe, es su decreto supremo que lo llama y estruja. Su busto es su coraza y de allí nadie lo saca. A su estirpe, a su clase de prohombre, nadie la mueve ni zamarrea de su condición oficial. El héroe saca pecho, lo infla, detenta el raro orgullo de pertenecer a la enciclopedia, aquella de los héroes por encargo, esa que lustra y pule su señorial imagen con letras inacabadas, de color áureo. Así, su fachada, su frontal pose, esculpida en el nicho o cama, en el taller de urgencias que la nación detenta, ya luego de ser cubierta con la mortaja que aprueba su asunción o debacle, su vida o muerte al foro cívico de altares, es su caballo de Troya que, sin rumbo cierto, lo trasladará con todo y petacas, a galope y a pasodoble si se puede (esa tonada rememora su brioso corcel que, seguramente, nunca será estatua) a emanciparse, a contrapelo, a su sitial del honor, al justo espacio que otorga la serena y antojadiza reflexión de hombres sabios, que saben de antemano (las blancas canas o crin suplen la inteligencia) de cómo pasarse de listos y hacerse los vivos con el insigne muertito.

El héroe es pétreo, por la patria no se arruga, menos ante las lapidarias turbas que, en algún momento, puedan denostarlo e incluso ac-echarlo. Al héroe los peñascasos lo legitiman, porque una piedra en su humanidad es una piedra en su sinuoso camino por ser prócer y eso es sinónimo de aceptación y, también, de envidia de quienes ven en él, lo que nunca serán. El héroe no tiene quejas, porque quejarse es aflojar, soltar las riendas de la historia. Ablandar es simplemente mostrar la hilacha de su elección de ser erigido, dudar siquiera es soltar la prenda obsequiada, que recuerda sus años de vida, su aplomo de desconocido pre-héroe, de eterno mancebo hermoso por más feo que lo han de ver. Su legado, grabado con cincel, es su tarima abonada sobre suelo patrio, que no se inquieta ante el escupitajo, ante la irreverencia de subversivos salivales, ante el arrojo urinario de canes y de incontinentes borrachines.

Resistir es su sino, sí y no, porque no hay mal que dure cien años malamente ni héroe que lo aguante, aunque de buena manera lo intente. Su esfínter independentista que tanto sudor, esfuerzo, peleas y diarreas ha costado requiere que lo logre. Y no cede ante nada, su supuesta continencia es materia prima que, sólo los llamados como él tienen o defecan, si así lo hiciera, toda modestia parafernalia, todo fulgor y hediondez de prócer, todo cuento previo, mancillaría su objetivo, su interés primo, su necesidad urgente de ser un héroe distinguido y no simple prócer extinguido y untado sobre papel de letrinas.

El héroe se pone de pie, no se acalambra al hacerlo, no necesita masajes, menos ejercicios previos. El héroe se incorpora, levanta sin demoras su existencia, rapidito por lo demás, antes que alguien le gane el quién vive. Y lo hace convencido porque ve (fijo que siempre está mirando) la necesidad del otro, de quienes lo inauguran con fanfarrias y coronas (la música y las flores son su réquiem de aceptación) para el sencillo mausoleo en la plaza de esquina, sitial anónimo, callejón sin salida a su obra, a su pletórica y oscura curricula. Desde ahora en adelante nadie se arrepiente de ser héroe, desde hoy el listón o banda dorada, que corta la autoridad de turno, es su boleto de ida, el de regreso lo tijereteó la historia y acá no ha pasado nada, no hay más vuelta que darle al asunto, ni mal que dure cien años, su regreso al panteón de los ilustres ya no cabe para un inmortal de latón forjado, de brilloso semblante, de rígida mirada.

El héroe se posa, con ayuda eso sí, en la loza exacta donde sólo los héroes caben. Y allí están los albañiles, cave que cave la fosa exacta para hacerle el hueco que la historia precisa (milimétrico por lo demás), el héroe, recordemos, no se debe mover ni un ápice de sus obligaciones con la nación, es su destino, es el cimiento necesario para su bien nacional, esa es su constancia en una república de próceres, se lo merece, al final si no existiese, aunque cualquiera ocupara su anhelado sitial, su póstuma parada, su exhibicionismo objetual, su pose pírrica, no tendría ni cara (la vergüenza es heroína) ni busto para imitarlo, mucho menos para igualarlo.

Su estirpe totémica requiere de una grúa que auspicie su elevación simbólica, porque no sólo se eleva al sitial ofertado, él se eleva más allá, al paraíso de los parangones, y necesita manos que retengan y muevan con cuidado sus virtudes, su desprendimiento, las modestias. Y una que otra molestia ha de sentir, porque no es sencillo catapultar tanta dicha, tanta monumentalidad, tanta consistencia, tanta gallardía, allí el héroe se malhumora, no está para manosearse, su pose de estadista, de genio y figura, requiere cuidados especiales; su brazo erecto con índice que señala el camino, debe ajustarse hacia el sitio de interés, por ningún motivo que apunte hacia la carencia, hacia donde no apuntan las estatuas. Su tronco, que es tanto como la columna misma de la patria, no debe zamarrearse salvo sea en la batalla que nunca le fue posible. Sus pies, que son la huella de su caminante vida, hoy bien soldados de plomo, apenas debieran elongarse, con prestancia eso si, nada de andar gastándose de más, no en vano estará, para el bronce, eterno en su sitial de héroe estatuario.

Porque el héroe es un símbolo, un fetiche que se moldea e icono sin fracturas de tiempo ni contextos, no es su jobi pasar de modas, hacerlo sería mostrarse en la pasarela iconográfica e historicista de un país lleno de caudillos y caciques despóticos, allí corre el riesgo de engalanar (por sus s-obras los conoceréis) todas sus contradicciones, su pusilánime pasado, su obligada imposición al pópulo, su crujir, por más bronce que hoy luzca, de vidrio humano. Y cae en los usos y desusos según el favor del viento y pese a que éste no le hace mella (lo mismo que a la cabezona y olmeca monumentalidad de Juárez, el benemérito), el soplo social lo encumbra y lo bota como si se tratara de una margarita que apenas se sostiene ante alguna ráfaga ventisquera o ante la metralla obsequiada por sus enemigos más cercanos.


-Oiga, el prócer es como cortito ¿se fija?


El héroe no encaja en el molde común de los mortales. -¡Es corto y qué! Allí el héroe no tiene nada que hacer, no le alcanzó nomás, así nació, así murió. -Nunca fue grande pues, ni a la altura de las circunstancias. -Fíjese usted, ni el plinto le ayuda a empinarse sobre la media y, más encima, el artista (no faltan al llamado de la patria) sobredimensionó, pero como al revés, su estatura de líder, sus circunstancias incluso. -Quedó como rebajado lo noto, como que pareciera se redujo su humanidad entera de estadista, hasta el ego se percibe minimizado, más enano, inclusive su autoestima se ve acomplejada. ¡Pobre! -Se le achicó hasta el coraje.

El héroe es un pequeño patrimonio, nos casa con su potestad y apresa nuestras conciencias, el respeto al derecho ajeno no es su lema, él se apropia y hace suya nuestra urgencia y, no hay caso, no sólo contempla lo que fuimos, pese a la dificultad de su porte estadístico, la intensidad de su obra (gruesa) se permite vislumbrar más allá del devenir y, más allá de su escaso horizonte, traduce y prepara lo que la vida nos depara. Su altura de miras pitoniza el momento, porque sépase que, su monolito, no sólo lo convierte en mito-mitómano; la falsa clarividencia se le viene de una vez, la perspectiva de ésta lo sobrepasa, no en vano la horda lo acompaña, lo sigue, lo adora y, por sobre todo, le cree.

Y es allí en donde el héroe convoca y el besamanos se multiplica, hasta el besa pies se hace urgente, más aún, no faltan aquellos fanáticos que trepan sobre su humanidad y allí, ni hablar, el sólo de trompeta, de corneta, son su miel, porque así es el héroe, proclama lealtades y no traiciona ante el mamón arrebato que sus huestes saborean.El héroe no ahorra esfuerzos, el sudor es al contado, su petisa objetual humanidad se gasta duro y parejo (como piedra pome), chico pero magnánimo se jacta de ello, no es de los tacaños, ¡No! Es un terroncito de piedra que procura no desvanecerse (le cuesta) en aras de su pueblo, de las convicciones más apremiantes que cualquier patria demande y, si no lo demandase, la acusaría con su acuosa y acusete mirada ante la fiscalía de los héroes por encargo.

El chiquilín héroe se humaniza y si bien no pierde su contextura de acero macizo, nos protege, aunque a veces olvide hacerlo. El héroe une, aparta las diferencias, es su rol más preciado, su insigne estirpe está llamada al convoque, al encuentro de odiosidades, a mediar, medianamente, en los asuntos donde se pone en juego la estabilidad, incluso la suya, de lo contrario sería desprendido desde su base misma, desde el cisma de su estructura, con la soga o el bombazo del desprecio.

El héroe no se ahorca tan fácilmente, es cordón umbilical que se encarga de darle vida a su enquistado héroe engendrado, a su yo interno, que hasta la vida da por la patria que lo hizo a base de unir esfuerzos, esquirlas, llaves, joyas, pulseras, yeso, engrudo y fierro. Y está consciente, un mal paso le arrancaría su vida y su sangre llenita de plomo, correría monolito abajo como si se tratara de un desoye animal, de una pasada de cuentas con la guillotina que la historia propone cuando los héroes no dan el ancho.

El héroe es victorias, y se las toma toditas, porque es su coronada figura la que concentra la cristalina algarabía patria, su plinto el que acoge botellas vacías y vasos descechables. Es su hidalguía, que es casi su escudo, la que recibe el derrame de borrachos alegres y entristecidos hijos, a fieles depositarios del vómito que dona el de-porte futbolístico y otras enanas manifestaciones, porque, también, su simbolismo, es el que no colapsa para detener la euforia social, el rugido de los ganadores, el aullido de los triunfos electorales, de las verdades a medias, de las razones pequeñas. El héroe es depositario de todas las algarabías, pañuelo público de las desamparadas depresiones, allí mismito, en su torre o faro que alumbra (él supone a la humanidad entera) es donde envalentona o suicida la raza, a sus banderas, sus guirnaldas de mortales fiestas y vivos entierros. El héroe se transforma en psiquiatra; en su paso mareado, dopado y trastabillado, es pastilla necesaria para la dicha y la angustia patria.

El héroe es la razón misma, su idea, que no es mucha, no le escurre (la historia la solidificó junto a su ideario) a nadie inoportuna, apenas se encumbra, su sólido frontal no deja pasar otras, su oportunista cerrazón evidencia su dureza y no ceja en insistir, con clara visión de mundo que, sería incapaz de una poquita autocrítica o un modesto yo me acuso. Es allí entonces que, el héroe, pluraliza el gesto y la mueca, acomodando el discurso, amenizando el agrado, que nadie quede fuera y, en su necesidad de urgente aprobación, se hace el serio, indomable, en estado frío, apenas pestañea para el respetable, y son sus ojos, su escénica írica, los que ponen en evidencia absolutamente nada que no sea o tenga que ver con su razón de ya no ser. Esa es su canción, su lírica, su jovial himno.

El héroe es prístino, no tiene apuro en dejar de ser joven. ¡Qué tanto! Si más de un cirujano ha visto su rostro que no se descompone y cuántos no quisieran ser su transplante, que su hidalgo hígado a todos alcance, que su corazón mozo palpite eterno, sin atrasos ni demoras, para todos, que su nariz de adonis en su busto, sea nuestra fosa para el chato o aguileño bulto que cargamos, que sus orejas hagan oídos sordos y timpen al mundo todas sus secretísimas bondades, que su dorso y cuello inmarcesibles no se arruguen ni flácidos se noten, que su límpida verruga sea tan sólo una señal de atractivo y no de arrugas longevas.

Y el héroe suspira, a veces se angustia por lo que mira, nosotros somos su espejo y hasta el reflejo hay veces que lo engaña. El héroe se parece, porque sobretodo, proyecta su diferencia cuando se aparece. El héroe no perece, se mantiene vivito, arregladito y coleándonos con su eternísima corta edad y mínima estatura de perenne líder, sin marchitar siquiera su yo y sus circunstancias.


Pásele un pañito, ¡Mire que venir a cagarlo una paloma!

El héroe no se divierte, la seriedad es su fiesta patria. Su serio discurso es voz que calma y da bríos al festejo, es canto que insiste desafinado y empeñoso en aras de acordarnos de su vida, de su muerte. Nada de andar bromeando. El héroe advierte, allí nadie lo entiende, nadie lo escucha, le rehuyen. Más cuando revolotean asuntos que atañen o involucran su enmarmolada representatividad, su broncínea estirpe de guerrero sin guerras, sin ejemplo heroico, su sin trayectoria que desencanta, y son los tórtolos, aquellos que cagan en vuelo justo y raso su musgosa coloralidad, los encargados de confirmar que, por él, no doblarán ni las campanas y ni siquiera un paño blanco afranelado se hará presente para limpiarle toda su corrosiva humanidad. ¡Te vamos a cagar héroe! se escucha, se murmura, a lo lejos, al viento.

Y si bien el héroe está en su sitio, él duda, lo desconcierta tanta tarima impuesta, tanta obsecuencia, tan desmedido afecto lisonjero. El héroe es tristeza del alma, llanto profundo, acidez estomacal de pichones, lluvia ácida que lubrica sus faltas, que funciona como solvente, como detector de tanta penuria que aletea en su oculta alegría, en su gesto apenas cálido, demasiado inerte, nota la ausencia de carisma, se da cuenta de su carencia de dones, de ser un héroe demasiado impuesto, cree no merecer tanto beneplácito mirón, todos sus penares de estar pétreo le asfixian, y no es gratuita la performance bravía y gástrica de palomas, gorriones, loros, canes e incontinentes paseantes, llevan como mensaje, quizás, la odiosidad de algunos... de muchos, a su impoluta obra, allí el héroe se desencanta, no es para menos, tanto mierdal y orines, que circundan su ser, lo apestan, no es capaz de vivir en paz con tanto desprecio, con tanta acuosa y pestilente mezquindad que lo aborda.

El héroe se detiene, y no para de decirse (la autocrítica le nace, lo curte, lo nutre), el tiempo le sobra, y lo sabe, para cuestionar su estoica... su épica figura de prócer, su gallarda valentía de estar expuesto por tantos años y terminar siendo un indeseado, todas las melancolías de ya no ser nada son su opresión, su escarnio. El héroe es inmarcesible (la palabra lo obsesiona) nadie riega elogios en su ya descuidada estatua independentista, en su falso talante y tallo defensor patrio de ideas foráneas, de complotes políticos, de la inmensa necesidad de proyectar autodeterminación. –No somos nada- se atreve, se dice, pluraliza su mediocridad, generaliza su indefensión, masifica su mísero sitial otorgado.

El héroe está en su sitio, insiste, finalmente localiza su meta, su estado de sitio, grita al viento y a quién ose escucharlo lo malagradecida que es la vida con los héroes, y vuelan plumas en su sollozo, se revuelve el gallinero, más cuando las fecales penetran su coraza y le vienen a cagar la fiestoca, y se agita, se estremece, agudiza todas sus contradicciones, altera su pose, irrita su menoscabo, radicaliza y hace urgente su viril, aunque paupérrimo y ridículo, porte. Y sépanlo ¡Sí! sépanlo señores, el héroe levanta vuelo, nunca cae en errores, éstos lo hacen rebotar. El héroe nunca está solo, la soledad es su fiel compañera. El héroe es nuestra realidad y realmente se equivoca. El héroe es un bulto, se acomoda en cualquier parte.

Son sus últimos estertores, su finalísima magnanimidad estadista venida a menos, su encuentro con la realidad que lo desampara, su ándate pronto, su apúrate que la horda ya viene, con picotas y palas, su estáte atento ante las palomas que te mosquean a cada rato, su muévase joven no estorbe, su rapidito rapidito desalojando, su ya estuvo bueno, su hasta qué horas, su ya estuvo suave, su me cansé de rogarte que te vayas, su se me hace tarde y sigues aquí, su cómo le explico, su fíjese que hasta aquí nomás, su ya me tiene harto, su ah que me salió difícil, su ya estamos dados, su mire que lo acompaño a la puerta, su que le vaya bien, su que le vaya bonito, su mire que nos dio gusto conocerlo, su cuando quiera, ésta es su casa, su salúdeme a la familia, su vuelva pronto, su hasta luego, su le estamos agradecidos, su nos acordaremos de usted por siempre, su lo vamos a echar de menos, su no se canse mucho, su se lo merece, su que gran tipo que era, su sabemos que le irá muy bien más adelante, su que lo sentimos, su no se le hace que ya fue mucho, su sabe qué, nos inoportuna, su hasta cuándo será su cuándo, su púdrase que nos tiene hartos, su que insoportable se ha transformado, su que nos tiene hasta o más arriba de la coronilla, su ya no vuelva nunca más, su olvídese de nosotros, su qué tipo más indeseable, su que apestoso ciudadano, su por qué no se baja de una buena vez, su permítame decirle que nos tiene hasta la tusa, su déjeme insinuarle, su no se ofenda, su fíjese que nos tiene hasta la madre patria.

Y le insisten cortésmente -¡Pobre!- que aún hay tiempo para bajarse, con cierta dignidad, del sillón que lo cobijó, del tremendo aposento idealizado para la posterioridad, del monumental plinto que vio descansar su juanete y callosidades, del acorazado cajón de próceres sólo apto para próceres, del palacio de vidrio ofrecido sin miramientos y menos como negocio a futuro, del diáfano y transparente ci-miento que algún día lo transplantó, sin riesgo alguno, al sitial ése, encumbrándolo como el que más y hoy exige desbancarlo de a poquito, sin animosidades, sin odios y rencores, menos caras largas, a pesar de su cara fastidiada ya de tanto soterrado desprecio, de su cara larga ya de tanta soga que lo apuntala e insiste por echarlo abajo, de su cara larga ya de agresiones físicas. -¡Bájese oiga! sin resentimientos, allí el héroe es implacable, generoso y atinado, por su patria todo, hasta el busto, el pedestal, los tornillos, el cemento, la plaza, los jardines, su corona de flores, sus...sus.

El héroe se encumbra por última vez, echa a volar la imaginación y se imagina más arriba de, incluso, las palomas que interfieren su vuelo. El héroe da cuenta, (¡Por fin!) Andamos con suerte. Le pasaron la factura (el pago de la patria él se dice), no hay boletaje ni vuelta atrás, exigen su cambio, desean convertirlo en monedas, en asencillarle su estirpe sin peso, y con billetes (con su cara) en mano, vender (al contado) la plazoleta que lo acoge, usar la caja chica que lo sostiene, que lo empina, como depositaria, escupidero o guater exprés para una nueva generación de tiernos y palurdos pichones al acecho, de allí el dicho, más vale pájaro a cuestas, que tierno se pose en tu hombro, a cientos cagándote por entero.

-Bájenlo con cuidado, no se nos vaya a ofender.-
El héroe enmudece, se acuerda cuando alzaba la voz carrasposa, de verdad, más allá de los cerros y el recóndito territorio, y recuerda, de paso, el dolor de pecho, de su busto, de su integridad, que a mal traer lo tienen (pareciera no basta con verlo desterrado del domo), con terribles afonías otorgadas por el implacable clima, bronquitis y anexos donados como charreteras, como medallas a su mé-rito de prócer hoy cuesta abajo en la rodada, y se estremece de calofríos (su coraje es termómetro que aviva su esmirriado destino) y añora e implora toda fiebre de haber sido, toda terciana de ya no ser. Cefaleas que nunca se olvidan, memoria ardiente que urgente le reclama.
Tiempo, o temperatura para un mortal héroe inmortalizado, un muerto en vida, prócer pasado de modas, pasado al baúl de recuerdos, pasado para la punta de la picota, del no-va-más ciudadano, que ya lo astilló por completo, por el colador de los grandes chascos -era bonito pero ya chole con su rara hermosura- por el cedazo de púas que ahorcaron su escotado y sublime caparazón, por el canto general que es elegía y capitanea a estas horas su degollamiento, por la canción carioca de Guillén, del llanto sin pañuelo, del pecho sin escudo, de la trampa y el vuelo, de la soga y el nudo, en donde cada palabra, cada gesto, cada insignificante mueca, enmudecía el ambiente, casi palabra de dios que entibiaba, cálida palabra de ley que desmoronaba auditorios, palabras de macho (las estatuas no son muchas pero son recias) que abrigaban la desesperanza y resarcían las derrotas, palabra de héroe que protegía la buenaventura y segregaba las calamidades, resumidero de palabras al viento y un tiempo pétreo como mudo testigo. Allí el héroe corrige, el héroe se ufana aún de ser héroe, no se avergüenza de su historia e historiales, allí nadie lo vuelve a escuchar y toda palabra que vocifere será usada en su contra.
El héroe se equilibra, fue un caudillo de renombre y se considera merecedor de insistir con sus bondades y desequilibrado legado. Que se lo habla todo, eso sí, que no hay forma de acallarlo, que hasta dicharachero se le ve a veces, que su lenguaje de señas es santo en el pecho, busto de humanidad con nudo en la garganta, en el cuello, en... Pese a todo insiste, el héroe siente que la penuria lo universaliza, el héroe está sobre nosotros y ya eso, eso cree, lo transforma en guía planetario y estrella que orienta, línea y pauta a seguir, sin dar cuenta siquiera que, terminará atomizado, estrellado, desecho, completamente liquidado, licuado con otros metales ya corroídos.
E insiste una vez más, porque el héroe es un retrógrado hincha pelotas, un animal del discurso bonito que tararea con pasión su arrebato y siente que, el suyo, es nuestro propio discurso, un mudo reflejo de anhelos, un disco rayado de boleros o voladores coleópteros de amor propio, hedonista, ególatra, narcisista. El héroe se distrae y no atina, no es su tonada hacerlo, su espejo ya no lo observa, ni de reojo. El héroe es un músico sin partituras, sin orquesta, sin compás ni tiempo exacto, su bravata y cantaleta no trascienden. El héroe se resigna, ya llevan a enterrar su escuálido alter ego, junto a su estirpe, altares y convicciones, junto y, apenas, con un disonante réquiem de voces muy bajas.
El héroe trastabilla, lo fataliza la realidad y los empellones continúan. El héroe se sujeta apenas al abismo terreno, poner sus pies en la tierra lo marea, y hace de tripas corazón con toda su metálica humanidad. Su bai-paz coronario se obstruye encolerizado, ya la sangre de azul acuoso revienta su ira, envenena su tronco de ser, no da más. El héroe no solicita clemencia, tiene una cita con ella. El héroe empalidece, más que marmóreo, resiste los embates, se nota vilipendiado y arrastrado por la corriente que insiste, tire que tire, verlo desprendido, verlo desolado, verlo acaecido ¡Despréndete héroe! ¡Sal de allí tubérculo-cisma! ¡Suelta la rotonda y la rienda filibustero! ¡Suelta la historia de una buena vez!
El héroe tropieza, sus huestes lo traicionan y las zancadillas se multiplican. Recuerda su estirpe de caudillo (déle con el asunto), el héroe no se enoja, tan sólo se autodona pataletas, y añora su estilo, obsequiado en los intensos postgrados, frentes externos de batalla los llamaba, en otras tierras. El héroe es un culto, no oculta sus becas para la conquista de otras culturas y sobre todo, de las buenas costumbres y entrenamientos para ser un héroe de verdad. El héroe fue y es noble, la gentileza será su grito de guerra, per sécula, y si bien el héroe es civilidad, es un contumaz antisocial en muchos casos, y si bien, también, el héroe es la columna vertebral de toda nación, mentiroso se agacha y falsamente se levanta en pos de la verdad que más le acomode, porque el héroe es la independencia según el oportunismo que se libre, se esclaviza en el preciso estrado otorgado y todo por ser héroe, el héroe no es tan sólo monumento, sabe calcular el sitio exacto en donde posarse, es una fotogénica estatua que instantánea acomoda la pose.
Allí, entonces, el héroe se fortalece, se siente respaldado por el poder despótico, pero ya nadie teme a su estática pose, a su miserable y frío retrato de caudillo en extinción venido a menos, y es hora que de un paso atrás o al costado, según el tirón o el favor del viento de quienes ya lo ven maltrecho, de todos quienes se avergüenzan de su reconocida por desconocida historia, y el héroe está a punto de ceder su dignidad galopante, su indumentaria metálica, su crisol mal vestido y mal vendido, su travesti lisonja y charreteras soldadas en hierro forjado (así nadie se las quita), su indescriptible olor a ilustre personalidad bañada de impurezas, en aras de la muchedumbre demanda, en pos de mejores y auspiciosos héroes.Y el héroe ya tiene su hora, su hora peak, su hora del pico y el chuzo ensartados en su inhumano ser, lamenta el momento, y allí observa a su plinto generoso, sudoroso y acalambrado por lo demás, que categórico disfruta las circunstancias; ha sido base de sus pocos éxitos, tremenda roca que lo apuntalaba generoso, soporte de toda su pacotilla deidad prosaica de tal y asimétrica magnitud ¡Resista plinto, ya falta poco! Aguantar, nos corrige, modesto narra su esfuerzo -tener que mamarse un peso muerto durante eternísimos años, cansa. Él, como el que más afectado, reclama indemnizaciones, siente, pese a ser monolito de sí mismo, que si éstas fueran privadas, con eso se satisface, nada de hacer públicas sus molestias, bastante sufrió, en carne de arcilla propia, cada manifestación contra la estatua, y si bien siempre fue su complemento, su media naranja, uña de tanta tierra, ensanchada loza antiexplosiva, guardiana coraza, elevación terrena, apósito supremo de vasos, orines y vómitos, de incontinencias y salpicones a destajo, su relato vale la pena, es heroico; nunca se identificó o interpretó cabalmente con su carga, con el incómodo bultito que la historia le obsequió, se guardó sus ideas, hasta el momento exacto en que se libró del pecado –a este muerto no lo cargo yo- se dice convencido y al mismo tiempo conviene que, algo resolverá en pos de su maltratada estampa, se queja, y no es casualidad, el héroe no era ni tanto ni mucho -era de mentiras- nunca adornó postales del monumento en sí, derechos de autor le llama, la autoría, la cita a su ci-miento que considera verdadero patrimonio de la humanidad, además que, considera, siempre aportó su granito de arena a la causa y llegó a sentirse piedra angular de la plaza, una especie de apoteósico transplante de la gran mezquita de la Meca. ¡Pobre también!
Finalmente el héroe se cae y ahora sí que no rebota, ya no lo aguantan más, ni el asfalto que lo acoge fue respetuoso, su dureza lo reventó, ahí yacen sus restos, esparcidos en la plaza de los héroes, nadie lo lleva a velar... a derretir, el tacho de basura es su sino, su pre-última morada... -¿A dónde irán a parar los héroes en desuso? Se pregunta e inmediatamente se responde, deteniendo el tiempo, a-Mi-norando el vocablo. -Mi estirpe, Mi hidalga estructura, Mi ya chatarrienta pose, no la paran nunca más. A líder muerto, bronce dispuesto, que hervirá en alguna llamarada eterna, que servirá para otras batallas, para otros llamados, incluso para otros ilusos que crean ser los próximos convocados, ex profeso, al concurso público, ni tanto tampoco (factótum y padrinazgos de por medio lo impiden) y sepan disponer de éste tonelaje para dar más brillo a la heroicidad, e ilumine el camino de la patria con luz propia, y si es factible, comprada de alguna transnacional del rubro hidroeléctrico. ¡Gloria victis, fiat lux!
-Si al final, tan malo no era. ¡Pobre!
Si hasta las palomas ya se habían encariñado, familiarizado con el hierático personaje, sentían del héroe el afecto necesario, solemnidad extrema pese a la oposición de la columna subversiva de livias caseras, que cada tanto, regaban, con su ácida protesta la humanidad del prócer, su cara dura de fierro allí expuesta ¡Tírenle más migas de pan al añejo prócer! –Ironizaba la multitud que pedía su cabeza a cualquier precio y, sobre todo, a falta de piedras que aventarle - Entre más le tiremos, más cagado terminará. Innovador y sutil metáfora a modo de ir alimentando la odiosidad contra el sabandija erguido de tanta heroicidad de héroe, tan hinchado de patriotismo, tan repleto de temple, tan sobrealimentado de orgullo, tanto pedo con el líder para cagar tan aguada su obra.
Con el tiempo, el borde de sus regordetas orejas se inflamaban en señal clara de molestia por el grosero desprecio pese a que, su oído sordo, y hueco, en más de alguna ocasión recibió palabras de agradecimiento y de ánimo ante la lluvia de insultos del respetable que lo abucheaba en comparsa con la bandada de dúculas voladoras que, a-veces, odiaban su santuaria estirpe por la poca tranquilidad donada, hasta la palomita blanca, esa del cuentito de la paz lo detestaba, nunca fue capaz de decirle nada, nunca se atrevió a cruzar alguna palabra con el mudo testigo del rechazo ciudadano.
Ni hablar del copo de forjados pelos tiesos, junto a su amplia frente, allí no sólo se paraban detractoras y forajidas parvadas, allí también se paralizaban sus ideas, su autoimpuesta razón de ser, su imposición de estado. Qué decir de su escaso hombro en donde, los plumíferos, siempre descansaban, lo sentían su homo-plato y cumbre predilecta para la hora de la comida y para filosofar de la vida, sobre la retórica de su existencia. Ni hablar del monolito, que cual poso séptico, su mundo fraguaban, más de alguna dejó su huella, al mejor estilo roc-estar, cuando el cemento fresco apenas endurecía la pose eterna del caudillo de rocas en cuestión.
Granditud, gratitud, nobleza, ira, rabia y exabruptos obligados para el hijo de la patria, suave y tersa humanidad casi comparable con pista de aviones, que permitía el suave descenso de cagones y guturales pichones, sin importar demasiado el ajustado y aerodinámico diseño del héroe, de su pobre, pequeño, escuálido y modesto ser espanta pájaros venido a menos, desde donde lideraba, proyectando la confianza y serenidad, iluminando con la luz adecuada, a la bandada de kamicazes pajaritos que se le venían encima. Son lo mejor que sus vidas han tenido y, añorar ese tiempo, es su aleteado homenaje después del patético y desteñido destierro de la estatua.
Y los perros, a lo lejos, ladre que ladre, todavía preguntándose, entre rabia y sentimientos encontrados, por el hueso duro de roer y fácil de mear que la cotidianeidad les obsequió y ya luego quitó. Y aúllan al viento, maldiciendo su ausencia -¿En dónde se escondió la carne aguerrida de aquel héroe viejo roble o tronco de héroe, que desinteresadamente abrió su metro cuadrado en pos de nuestra urinaria especie, nutriendo con su sabia la pulga y la garrapata, que al igual, lloran su ultraje del terreno de la plaza de los héroes por encargo? Inquiriendo, masticando su encolerizada espuma -¡Cómo fue posible, que nadie fuera capaz de alzar un loa o un mordisco por el caudillo arrancado del nicho y pináculo! Se juran perros consecuentes y obedientes, que si ladraban con entusiasmo no era para molestar al héroe, sienten que aperraban para proteger su broncínea estirpe, y a más de alguien mostraron su diente filoso y rastrero en señal de obsecuencia con su amo, para sólo conformarse con el silbido del viento cuando éste choca en la humanidad de los próceres y que, según el caso, era la palabra suave de la patria que los invitaba a comer de su mano, a lamerle el inoxidable legado en señal de pleitesía perruna.
Porque el héroe contemplaba, era su único oficio por lo demás, y será esta escena la que, de tanto en tanto, recuerde la importancia que tuvo para algunos, que insista, majaderamente que, pese a todo, el héroe se ufanaba, se jactaba de ser héroe. Que el héroe es cuerpo social e historia, nos proclamará por siempre que, el héroe no es héroe, se hace prócer, pero todo depende (comienzan a marearse los conceptos) porque para ser héroe y convertirse en prócer, junto a la voluntad de terminar fundido en hierro, no vasta ni fieles perros ni palomas, es imposible que lo sea cuando la palabra anónima no lo menciona, y allí comparecen en forma poco decorosa, a ritmo de mareado arrebato, a punto de encañar el gesto, con la resaca que la historia les sirve a destajo, aquellos que, hasta en algún instante, conversaban (es un decir) con quien suponían su amigo de parrandas y de una que otra borrachera, no siempre lo invitaban a éstas, porque no siempre terminaban su día alojados bajo sus pies de prócer, además que, al héroe nadie lo invita, él siempre está presente en el bigoteado pensamiento, en el sediento ideal, en el etílico recuerdo.
Palabras de agradecimiento no les falta para referirse al desalojado, llorar por él tampoco cuesta demasiado, entre copa y copa desbordan sus auspiciosos comentarios –Héroes como estos, son los que necesitamos, no era odioso, ni siquiera insistía con el trago amargo que la historia le impuso, se tomaba justo lo necesario, para no desentonar, para no perder su tranco, para no verse fuera de foco incluso, como doble, es por eso que, a pesar de todo, alzaremos nuestros vasos al infinito, siempre que sea necesario, hip-hip hurra, por nuestro amigo y hermano, por nuestro hijo si se quiere, por nuestro padre que nos deja huérfanos, y así, créannos, más ganas de tomar por asalto el poder, la botillería y hasta las molestias si se puede.
El héroe agoniza, su muerte social es súbita y pobre. Su ausencia alcoholiza a sus huestes, emborracha su tranco, marea el ambiente. -Pobrecito oiga, quién lo mandó a empinar cuesta arriba, si de tanto subir mire como terminó, si llega a dar lastima su ocaso, me entristece tan sólo pensarlo, se me hace un nudo en la garganta tanta soga que le cuelga, es penoso su dantesco espectáculo, deprime verlo inmóvil, dan ganas de llorar al verle su carita, que pena que me da su tragedia, nos angustia su gesto último, derramo mis lágrimas cuando me acuerdo de su menoscabo, suspiramos amorosos con su estaturita de héroe, si era chico no importa, si era tan malo, no nos importa, en alguna parte ocultaba su buenura, en alguna parte ocultaba su contexto social-político-urbano-artístico. ¡Salud por eso último!
El héroe se acaba, termina precozmente solo y ya se retiran sus admiradores e incondicionales, la autoridad encargada, desaloja y espanta a los últimos defensores de su des-figura, de su hogareño, y casi cómodo, hábitat. No faltan los empujones y empellones, son los deseos e incapacidad, una especie de no resignar el instante por quienes sienten que, la sociedad los deja a la deriva, tan solos con su tufo nostálgico, en el mismo borde social y desamparo que ya no quieren. -¡No se vale oiga tanta fragilidad de la patria, tanta amargura heroica, tanta tristeza que nos sujeta la gallardía, tanto menosprecio al carismático líder, feito pero carismático al fin y al cabo! ¡Brindemos una vez más, con lo poquito que nos va quedando, por su pequeña grandeza!
El héroe, sin duda, no duda, de paso no dura más, tan sólo es duro de matar y principalmente que, para ser héroe, eso reflexiona y se arrepiente de no haber hecho lo necesario, es preciso preguntarle a todos por su existencia, nada de andar imponiéndolo tras bambalinas, tras el poder, tras el caudillismo, tras el interés superior, tras la medida de lo posible, tras el oportunista acomodo, tras lo oscurito de gobernar, tras la operación “un héroe, una patria”, tras la cortina de humo que sólo deja ver a quienes les interesa el asunto, tras sus absurdas bondades, tras el prismático del poderoso, tras el gatopardismo de la clase dominante, tras la fanfarria del dominio escénico, tras la monserga de la sapiencia, tras el oráculo de los famosos, tras el poder de la tropa, tras el caparazón de la fortuna, tras el escaparate de la soberbia, tras las artimañas del mal gobierno, tras la mentira hecha, de verdad, una verdadera verdad.
-Para ser héroe (vuelve a decirnos en su capacidad de estadista forjado y humillado) es preciso consultarle al pópolo, al demás, al resto, al perraje, a los que sobran, al que menos, al todito mundo, a la raza, al montón, a la turba, a las huestes, al electorado, al mísero, al que no sabe, al que no quiere, a la poblada, a la cultura, en referéndum y plebiscitos si se puede, de lo contrario, la colección de estatuas y soldaditos de plomo seguirá creciendo para tan sólo adornar los salones de la mala memoria de algún aficionado a la pequeñez, que condecora su torpeza con cuánto héroe de porquería se imagine. No así el héroe, el héroe es un sabio, un sabelotodo nutrido, modesto, sencillo, generoso que, en su desespero, reclama por mejores héroes.
El héroe por fin muere, su ave fénix lo lleva a enterrar, e insiste, el héroe nunca desfallece, hasta el final es un valiente, a él lo entierran de una buena vez, nada de andar prendiéndole velitas, discursos y romerías, nada de desfiles y discursos fúnebres, nada que se parezca a un entierro de a deveras. Bastante homenaje el día de su muerte en vida, demasiada corona depositada bajo sus pies, inmensidad de loas y groserías en toda su eterna jornada, parado allí, expuesto al sol, la lluvia, al desamparo obligado y otorgado en alguna vez, en alguna oficina, por los implacables y audaces buscadores y embaucadores de la heroicidad.
El héroe se descompone, El héroe desaparece, las circunstancias lo pudren completamente. Ya nunca más será un héroe de verdad, pasó a su gran vida, el anonimato será su caudal público, su última morada será el olvido. El héroe se posa desconocido en los brazos del misterioso sino que tan sólo los héroes malditos gozan después de muertos, si es que mueren. Tranquilo yace en su letargo, en su descanso, la pose de estadista lo agotó, su calambre se ha ido, su rigidez heriática se desvanece, su luz que iluminaba más allá de la luz se apagó definitivamente, su discurso enmudeció ¡Basta de habladurías! no hay nada más que decir, nada más que agregar.
¡Gloria al pu-lento, al re-corto! a su pequeña estatura reposada indiferente sobre el tótem de escasa altura y que se confiere, el poder huguesco lo sabe, cuando se necesitan héroes para dormir sereno pese a la pesadilla de conferirlo a la patria, a la nación, a la independencia, por sus batallas perdidas, a la hidalga estatura territorial, su límite y horizontes, a sus banderas y escudos, a su canto e himnos alusivos, y todo, para estimular la suprema imposición, la sublime y obligada pose, la insistente idea que, tarde o temprano, otro carismático y torpe caudillo, desde ya en extinción, se nos cruce y nos modele sin, nosotros, deberla ni temerla.
A héroe muerto, ciudadano impuesto
Un ciudadano de verdad es lo que a la patria importa. Esa es su demanda cada vez que los ilustres se acaban o están a punto de extinguirse, y exige, por lo demás, encuentra que es su deber, al símil de verdad, que proyecte lo que ésta se merece. Nada de andar inventando super héroes de poca monta, lidercitos de pacotilla, harto que ha sufrido con la imposición de caudillos extraídos de cualquier parte y bastante complicada que se ha visto cuando la han pillado ensalzando bodrios y avivando esmirriados paquetes sin carisma alguno, sin nobleza o gallardía siquiera, sobrado de malas mañas, excedido en sinvergüenzuras, ni de cierto arraigo que lo identifique, sólo en apariencia por lo menos, con lo popular o algo que se le parezca.
Agobiados y a la rastra, en distintas poses y agotados, la proba familia seleccionada o que supone serlo (no faltan los que creen ser los elegidos) se esmera por dar en el clavo, con tal que nada falle en este trance de procrear un hijo ilustre para su curioso bien común, serían capaces de solicitar, a martillazo limpio si se pudiese, los espermas de cuanto autoidealizado hombre de prosapia y estirpe encuentren más a la mano o si ya el asunto adquiere mayor prolijidad, que se torne complejo, no queda otro remedio que buscar en alguna enciclopedia de lideres mundiales, de aquellas que adornan sin pena ni gloria el librero familiar, al modelito a conseguir, al exacto príncipe heráldico, al refinado y carismático gobernante, al noble y circuncidado benemérito de algún país amigo, y hasta del más enemigo, qué importa, si el asunto es de interés nacional, y cuando está en juego éste, pos nada cuesta bajarse los alcúrnicos pantalones, para el caso las pantaletas, en aras del ciudadano semental necesario, que dé la medida exacta, que calce apretadito y en rigor, que por lo menos no desentone.
Y se esmeran en que este verdadero hijo de las circunstancias, se ajuste a los cánones y a las reglas, como el que más noble, del buen comportamiento, con altura de miras, de insigne y caballeroso talante, con dinástico y ungido gesto, de ser un servidor, en toda la extensión del término y de la palabra, apto para la nación que, ya ansiosa, espera y clama en publicar y hacer de su nacimiento todo un jolgorio, por más que el cordero a degollar no de el ancho, por más que no encuadre en la solicitud, por más que los espermas no consigan su objetivo, que si nace con cierta normalidad, que si por cualquier motivo no llegase a repetir el estándar de generaciones anteriores -todo pasado fue mejor se apresuran en aclarar- por lo menos esperan, que sepa comportarse a la altura y exigencias requeridas por su dinástico abolengo y así mantener a trote su ascendencia.
Y así este ciudadano, al igual que aquel denostado héroe, se trazan en largas jornadas y desvelos, generación tras generación, los futuros padres se desviven de noches buenas, a morrongazo limpio, para concebirlo, dios quiera, en el mes de la patria, si no, enhorabuena dilatar la arrugada placenta hasta la navidad que ya se aproxima, hasta por el orden de los nombres, que heredará de su prole aristócrata cual fina loza china, es un planificado esfuerzo, se estudia sin vacilar a sus ancestros, a los mejores eso sí, no faltan los que avergüenzan al clan, se analiza los alcances o el ranking social que estos lograron, se cuida, lo más posible, la filigrana heredada, el estilo fundado en antiguas tradiciones, la estirpe de gran familia constituida por estadistas y otros que no tanto y que sólo entorpecen el orgullo, la vergüenza de familia con sepa, hasta un presidente mal habido hubo entre medio, la historia, de la cual no queda exento, bastante poco generosa lo trata, acusándolo de asesinatos a mansalva, de enriquecimientos ilícitos, de ganar las elecciones en una tómbola.
Se hojea presuroso el álbum de fotos, se revisa el árbol genealógico una y mil veces, se estruja la historia para rescatar lo mejorcito de ellos mismos, se borran las manchas -Evitemos al tío poeta y a ese otro que le dio por ser coronel de regimiento en la legión extranjera y en más de alguna oportunidad lo vieron ejecutando prisioneros. Se lava la cara pública –Las casquivanas, hartas que habían, y los buenos para el trago también se quedan fuera. Se añora a tanto querido pariente embajador –¿Se acuerdan de ése, al igual que nosotros, simpatizante nazi? ¡Que noble! Rememoran la cantidad de sacerdotes y hasta del cardenal que hoy los santigua, y que les aguanta todos los pecados, le tienen simpatía -Si al final, todo queda en familia, y por suerte, no hay querellas a la vista, ninguno manoseaba mucho a los niños, por lo menos eso juraban arremangándose la sotana de puro nervio que llegaban a sentir. -¿Cuántos abogados ya tendremos? Aquí surgen algunas dudas pero -¿qué importa? en algún momento nos sacarán de apuro. -¿Médicos?- hasta de debajo de las piedras sacábamos alguno –Fuimos y somos familia decente y preocupada de los nuestros, nos esmeramos al máximo en que todos fueran galenos, nadie nos hizo mucho caso, ese tío enfermo ¡Inmoral! que practicaba abortos todos los días de su existencia acabó con tan linda tradición. La tía monja que rumbeó sus dotes reprimidos en algunas tierras lejanas, necesitada de madres virginales al igual que ella, que se hizo santa o casi, aún el Vaticano no decide, no le atrae la idea de andar santificando a madres solteras, más si se trata de una con tres hijos y sus respectivos padres. -¿No les dije yo alguna vez? Ella, mal que mal, a varios pretendientes les practicó penosos oráculos y apenados versículos cuando apenas se empinaba por los quince. - Nadie me quiso creer.
En fin, todo para constituir sagradamente el ideal de hijo que la tierra, que verá sus pasos prontamente, necesita hoy más que nunca, que asegure su sitial (y el de su familia) en lo más alto de la escena social y, si se puede, ya luego los eleve al más allá con todas las condecoraciones que la nación entrega para sus ilustres hijos. Ahí ya se miran como estatuas engalanadas, algunos modestamente se proyectan en el mausoleo, llenos de coronas y velas, esperan que la palmatoria y arreglos florales por lo menos sean a la altura de las circunstancias y no simples baratijas, ya improvisan y sienten al orfeón municipal déle que déle con la música de cámara que más gustan tararear ¡Son muy cultísimos! se imaginan tremendos discursos del presidente de turno, de homenajes de sus ministros, del que sea, no en vano se esmeran toda una vida, y saben que su sacrificado nepotismo se lo merece, así son ellos, proyectan y depositan su sangre en la nación entera, en la vena misma de la patria, en la arteria exacta de sus ideales, riegan, sin remilgos, ríos, valles y montañas .
Concentran toda la experiencia adquirida en el pasado remoto y reciente y todo, por constituir la estirpe necesaria que hoy les abona dicha y logros, les permitió controlar la decadencia, el ocaso de los suyos, casi lo pierden todo por culpa y por la mala idea que tuvo aquel mandatario revoltoso -No faltaron agitadores que quisieron acabarnos con prácticas extranjerizantes ¡Si con la propiedad privada, con nuestra pobre fortuna, no se juega oiga! -¡Ni crean que nos la quitarán tan fácilmente! ¿Cómo es eso de expropiarle bienes a familias de bien, como a la nuestra? ¡Dios nos libre de ellos!
Recuerdan al pater familia quién, cuando vivo, y éste sí que era vivo, cual gladiador romano, luchó hasta el cansancio por todos los tesoros que hoy la familia disfruta y administra, sin siquiera importarle la poca transparencia, el demasiado olvido, las malas artes por conquistarlos, y más de un muerto mal habido se anotó en su patrimonio, hartos por lo demás, cuestión que mucho no importa, por último, -a ése muerto no lo cargo yo- declaran con toda potestad y desparpajo los hijos, tíos, sobrinos, nietos y el que venga, y si alguien nos reclama por tanto pecado del fundador, para pronto nos buscamos un buen leguleyo, en la familia sobran, y cerramos el paso de la verdad a base de pura leyes y trucos y una que otra mentirita bien habida.
Si aquí el tema es otro, se trata de ver bien nacer al futuro mandamás, que nuevas generaciones lo reclamen en pos de transformarlo en el salvador de la patria y si se puede, mantener el estatus quo, de acaudalar cada día más el acaudillamiento, necesario para que la sangre heredada siga infectando a otros que vengan, que se fortalezca, que se licúe sin contrapeso con otra sangre poderosa, que no se mezcle con la chusma social, con el perraje, que mantenga los bonos inmaculados, su huesito bien cuidado y a buen resguardo. Que la riqueza acumulada crezca sin demoras y que se guarde, bajo llaves, en el banco de la honorabilidad y valores, de esa prosapia se jactan, que sólo familias como la suya alcanzan y logran en vida.
Padres y madres arrejuntados socialmente, políticamente emparentados, con la sepa necesaria que la unión de familias poderosas ya se traen desde sus antepasados, importante por lo demás, permitirá que la criatura se ría desde el primer día de su nacimiento, que su manito, que su tierno muñoncito se encoja sobre el vientre materno, para sostener con toda elegancia, como si se tratara de un sonajero, la herencia, la guita, el tesoro acumulado, los billetes, las monedas, de plata y de oro, los contratos, las propiedades, los bienes, los contactos, el bastón de mando, el poder y todo lo que su mano turbia logre agarrar en aras de crecer esplendoroso y así poder empinar su respingado olfato en cuanto negocio a futuro lo demande.
Nace una estrella

Y nace eyaculado apenas, rapidito a ocupar el sitial más universal que se pueda, la cuna de los ideales de la patria para ser más exactos, sobre el oropel y sábanas blancas que la tradición exigen, la buena crianza, el linde justo con lo correcto, en la higiene y pulcritud de un hogar bien nacido y constituido, que no se conforma con dejar pasar la historia, la arma, calza o viste según sus necesidades; con el colchón de poderoso resorte social heredado del mismíto catre del patriarca, con la ropita elegante que zurcirá sus probables errores, tejida por la tía rica, siempre existe una que insiste en su sello personalísimo, con la almohada que cuidó los sueños de grandeza que la abuela babeaba y abrazaba cada tanto, y que hoy será su más-cara pública, su babero plácido, su cabecera perpetua, su despertar sin sobresaltos para así amanecer, como corresponde a la bostezada patria, lo mejor de si mismos.

Bordadas y bondadosas características, que le pertenecen desde ya y son las que se requieren para ser, realmente, un ciudadano de a deveras, no como las del montón plebeyo y andrajoso, que casi siempre nace como repujado, como reforjado ¿se habrán dado cuenta? en la resignación de nacerse, neonato de verse como nuevo pobre que poblará la tierra, de proyectarse con el forcep que sujeta la miseria, que no la suelta nunca, con tremendo esfuerzo por lo demás... o-varios más bien, con una necesidad insospechada de no parirse siquiera, y más que engendrarse, expulsarse al mundo como si se tratase de un aborto en término, como si se tratase de un hijo promiscuamente no deseado. -Oye mamá ¿por qué he nacido? -¡Por la puta, nadie te pidió que nacieras! -¡Si naciste solo! -¡Mal nacido! -¡Mal parido!

Desde ya, este ciudadano ejemplar, es engendrado para preservarse inmaculado, para ser congelado junto a todas las buenas costumbres y taras de algún manual carroñero, herencia y tradición de los de su clase, quienes se autoinculcan la pomposa idea de familia proba, de esos que acuñan y oran su propio rito de clan en la cúspide, bajo el manto protector de alguna iglesia o algo que se asemeje, de los que graban en cada uno de sus integrantes el sello o escudo de armas, el apellido conforme a sus interesados ideales y que, gracias al cielo que emana tanta dicha, se instalan en la tierra, en el pedazo de terreno incautado a vaya uno a saber, como un obsequio para la humanidad entera, designio todopoderoso, que hace de albaceas para esta familia con linaje, que con cruz en su mano diestra y guadaña en la otra, agradece la elegía de ser los Yo Meritos y de poder mutar como los mejores y más aptos, no como esos parias de la patria que, justamente, hoy no nacen, se les prohibe, tan sólo para ver nacer al perla, al bruto ciudadano éste.

El ciudadano no es un cualquiera, es engendrado en la planificación del coito rutinario, ni tanto tampoco, una vez al año no duele ni hace daño dicen sus futuros padres que, entre castos y promiscuos, calentones y contenidos, que sácamelo para adentro, no, que mejor métemelo para afuera, que la puntita nomás, que sin condón, que hagámoslo en cruz para que no parezca pecado, que cástrame la pasión, que cázame por única vez el deseo, que sécame de una buena vez, y por todas, el arrebato, que arrejúntame tu apasionado interés, que pújame la voluntad superior y así mantener la fortuna, que hagámoslo por el aro, por el collar, por el anillo también, que apenas me cabe, ¡Dale, dale! por entremedio del apellido, por encima de las taras, que por debajo de las tradiciones, que muéstrame la pose, que con todos los peones, que dame la servidumbre, que traspásame tanta herencia, que deja con-pene-trarme con los tuyos, que dios y la virgen ¡Ah, que dicha! Que el adán ése con la eva ¡Uy sí! Que dámelo por entero papito, que obséquiamelo todito mamita a modo de seguir con la tradición de mejorar la semilla, y de mantener bien parado el negocio, y el lazo bien firme de los pujantes genes consanguíneos generación tras generación, y que cuidado con los esper-más, que tu eres como el paño rojo de la bandera ¿y tú? como la punta de su estrella, como el mástil si es preciso, otra más, ya, ya, más...

Y ahí se ve nacer, ya luego, al cabecita rula, el crespito, al enchinadito benjamín éste –Qué aburrido era el mundo hasta antes de ahora, de esta dicha ¿verdad? Desdoblando su gordito y coloradito y apretado trasero, ya se muestra al cosmos, al universo, a la tierra, que ya lo espera con ansiedad. Con el llanto flemático casi programado, como un educado exabrupto -¡Mírenlo! Si llora igual que su padre, como en re menor pareciera ¡Que tierno! Incontinente por lo demás, hasta el médico jefe se vio salpicado de la mocosa diarrea -¡Estrujen a esa cría! -¡Que suelte la placenta! -¡Cómo que venir a agarrarse al cordón umbilical! -¡Ah que niño más ingeniero comercial! -¡Qué gozo verlo oiga! -¡Como si se tratara de su primera experiencia empresarial, su primer ajuste de cuentas con el mundo, su primer balance con la realidad, su precoz inventario de utilidades.

Enfermeras que se ufanan en salvar el instante, con pañales, con corchos, con coros y arrullos para guardar, en la olvidadiza memoria, tan pujante nacimiento, como si se tratara del mismo niñito de Atocha dicen, hasta parecido ya le ven. Raro en todo caso, porque se parece a la madre, al padre, al abuelo, al patriarca incluso, con cierta semejanza a un primo lejano, a un pariente, morenito él, que estuvo de visita hace casi un año, menos tal vez, pero bueno, para qué insistir, para qué meter los dedos, la mano, el brazo, en tremenda llaga, si al final, con agua y con jabón se borra la huella de cualquier cabrón ¡Menos mal! No faltan los que ya piensan mal de la veterana madre y desde luego del engominado padre, por lo demás, y si le queda el saco, y si siente aludido el pobre, si le duele el cráneo, y si los ¡Oles torero! Y si los cuernos a cada instante le crecen, pos que vaya viendo cómo irá tiñendo el manto de dudas y limando las desproporcionadas asperezas que hoy lo aquejan. Y la madre vuelve a pujar, llora de cúbito, llora para el mundo, posa chata y aburrida ya, se sabe ofendida y da por hecho que, más de un dolor de cabeza le traerá tamaña indiscreción de la parentela política, ya se ve despreciada y marginada de cuanto evento por delante (y por detrás) se vengan. ¡Al carajo con ellos! -Da igual, porque de igual a igual, ellos requerirán por siempre de mis finos servicios. Por lo demás, todo está a su nombre, si hasta los cheques se los confió el padre, el abuelo que, al igual, no se hace de rogar mucho y menos se sonroja con la probable idea de un desliz y tanto arrebato y recato de los consuegros. Orgulloso, esa es una de sus cualidades, declara que aquí la ofendida es su cándida hija, que no tiene la culpa que, en las noches, las puertas de las habitaciones queden sin llave y que algún candoroso visitante, gateador, catador y chacal de úteros, haya osado meter su nariz hasta por debajo (y también por arriba) de la carne de la novel doncella, además que, ella, no tiene la culpa de ser tan rica (se refiere a la fortuna) y de haberse matrimoniado con el pobre y poco hombre del yerno éste, incapaz de cumplir como corresponde, y si están convencidos del tremendo polvo que maquilla a su precoz niñita, pos que se lo demuestren con a-de-enes, pero que desde ya, ni se les ocurra que su hija pasará semejante prueba, por lo demás, su religión se lo prohibiría.

¡Al cuerno con los mal pensados! -De ahí vamos acomodando el discurso, que si se parece al sobrino del papá de la abuela, al vecino, no es más que pura envidia, si al final en la familia todos tenemos semejante parecido -Mírenme a mí, aún me falta un poco para parecerme a mi padre, o acaso ¿alguien lo duda? -Si yo cuando chiquito salí igual, y perdone que lo diga, cagaba hasta igualito. -Ya luego, uno va creciendo pues, ahí apenas se me vino la descendencia y hasta la decencia, fue esa vez que tomé solcito en el jardín de la mansión, allí sí que se puso generoso el astro, a uno como que lo ilumina y lo integra al paisaje, a las raíces, al cromosoma particular que porta el apellido. -Por último, tienen que darse cuenta que la mamá es primeriza y allí, en ella, todavía no se manifiestan, del todo, los genes que con tanta dicha llevamos dentro y que irradiamos con orgullo para afuera.

-¡Ya bueno, ya basta de calumniar la sangre! Vamos bautizando al pelmazo éste que nos toca, si para qué nos ponemos más quisquillosos, al final lo querremos como a un hijo, más encima, no olvidemos lo esencial, aquí se trata de darle vigor a la familia, de reconquistar la escasa alcurnia que nos va quedando, de alcanzar el sitial que nos merecemos. -Si da la impresión que somos mejores que todos, no hay caso, miren la cara de envidia que sienten, si hasta la iglesia se ilumina con nuestra presencia, incluso los santos, como que mueven sus alitas y si bien pareciera quieren salir arrancando, se ven como si fueran colibríes arrebatados de la emoción. –Si, claro, es un monigote el chamaco, pero nuestro al fin y al cabo. –Fíjense, la mano de dios, el dedo más bien, ya lo señala, ya nota lo importante de remojarlo en la pileta, de darle sentido a su esmirriada y novel existencia, de darle un nombre (varios para el caso serán necesarios) que por lo menos identifique y ayude en algo su indeterminada procreación, así, de paso, le enjuagamos impurezas, máculas, ofensas, dudas, bromas y hasta los chistes en su contra.

-Además, démonos cuenta que, aquí la creación, hic et nunc, a grosso modo, es puro Universo, deus ex maccina, si es cosa de mirar el techo nomás ¡Que belleza tan magnánima nos plasmó el artista oiga! ¡Tremendo Opus! Si pareciera que lo pintó para nuestras sagradas familias hoy unidas y fortalecidas, desde luego y también, para nuestro novel angelito, que guste o no, errare humanum est (reflexiona con cierto dejo artístico filosófico resignado), en primer lugar, máxime, es la génesis misma de la vida, su despertar de emociones, su existencia repletada, su pletórica existencia desbordada más bien, es por eso que, me atrevo a sugerir, ergo sum, y en mi calidad de pater santus, factótum, en mi fuero de líder casi espiritual, ab aeterno, de facto, y perdonen éste mi momento de ensimismamiento en sí mismo, en donde las emociones me colman y todo, permítanmelo, es porque quisiera que nuestro hito bien nacido, el agnus dei, el coso éste, ecce homo, lleve como primer y segundo nombre, respectivamente, el de Miguel Angelito, y si quieren, allá ustedes, por lo demás me da lo mismo, le recompletan su curriculum vitae con todos los nombres, alias y apodos que quieran. He dicho. Alea jacta est, consummatum est.
Se moldea una esperanza

El ciudadano se equilibra ya en la andadera, en el riel prematuro que sabrá guiarlo durante el largo trayecto que le toca pese a los varios aterrizajes forzados, de hocico el pobre, en la loza de la realidad chiquita que lo sostiene. La temprana edad es generosa y auspiciosa. Su bien es ser el último de los ciudadanos nacidos con la buena estrella de los de su clase, lo ilumina y patrocina el cielo, por cierto de los primeros, junto a su santa familia, que se esmera en su cuidado (que no se note pobreza terrena) y no deja de prenderle velas agradecida por la sensibilidad del altísimo y su buena idea de regalarles a éste ciudadano de a verdad.
Su cuna desde ya se remece, un arrumaco suave pareciera, con el auspicioso motor poderoso del patrimonio, sus padres se jactan y entonan rondas de felicidad -¡Somos la riqueza en vida y más encima inmortales! ¡No hay nadie que nos alcance ni siquiera nos iguale! ¡No hay dudas, nacimos para esto! Se les metió en la cabeza, pareciera capricho, convencidos por lo demás, que miguelangelito merece no sólo lo mejor de ellos mismos, harto que suponen tener, él fue tocado con la varita mágica, especie de termómetro que regulará su calculado crecimiento - Con eso estamos servidos, salvados y solventados, listos para explicarle al mundo de lo que somos capaces.
Su arrullo será la historia misma, su gatear será la sociedad rendida a sus pies, su agú primario, una guturalidad y flatulencia reservada tan sólo para la patria, porque es ésta la que sigue sus pasos y urgente lo reclama, llamándolo fuerte, voceándolo desde los más altos valores, gritoneándole la necesidad plenipotenciaria de hacerlo suyo, entonándole su dicha -¡Despiértate niño, deja de flojear, que la felicidad te anda buscando, te quiere saludar! -¡Levántate extraordinario ejemplo de ciudadano único, jamas existido, que de verdad la patria te requiere!
Es la mejor apuesta imaginada -¡Chúpense ésa los que no fueron los elegidos!- Los biberones se refuerzan y cada comida es estudiada y analizada por el chef de renombre especialmente empleado hoy para esta temprana hazaña, quien se desvive por el refuerzo alimenticio, no pasa por su mente emperifollada, que su comensal jovencito, en engorda, se debilite tempranamente, que se le agüe la talla y el peso, menos cuando se tiene muy claro las tamañas y semejantes empresas y responsabilidades que a futuro deberá asumir el crío éste, es por eso que su contrato, firmado en la notaría familiar, vomita las penas del infierno si es que llegase a cometer algún error, si es que se le pasan las cucharadas.
Harto relleno entonces, nada de leche materna, por lo demás la madre entre que ya licuó el instante ése del nacimiento y cortó toda relación materna, más cuando todo mundo dudó de su fidelidad, hoy decide apoyarse de nanas, mucamas y nodrizas, no le gusta por lo demás desgastarse en la rutina de la crianza que, dice, esclaviza y le quita lozanía, cuida sus tetas como si éstas fuesen la cría misma, dedica su demasiado tiempo libre en otros menesteres, un culebrón brasileño es su favorito, realmente lo disfruta, lo goza, anda vuelta loca con tan sugerentes galanes, y sería incapaz de contradecir su propia decisión de relajar el cuerpo, insiste en volverlo a su complexión delgada que tantos placeres le trajo, y disfrutar, lo que pueda, de la esbeltez que aún chorrea, los gimnasios son su obsesión y no escatima esfuerzos, sudores y recursos, de hecho su morenazo y personalizado entrenador la tiene entre sus favoritas, ella da el ancho para tan largo requerimiento de ejercicios, los hace todos, se acopla muy bien y no se cansa, por lo demás le fascinan, se siente compenetrada una vez más y en sociedad.
El padre, lejos casi siempre, sumido por el peso que la historia le confiere, no se cansa de contar utilidades, su desgastante actividad, su jobi más preciado, consiste tan sólo en meter al banco lo que dios provenga, ganadero y agricultor, hace un tiempo atrás compró (eso dice) algunos predios baratos con la intensión de transformarse en gran latifundista exportador sin importar siquiera a quién se pase por encima, frecuentemente se le ha visto corriendo el linde junto a sus peones y policías privados en desmedro de modestos comuneros, que reclaman ser, y de verdad que lo son, los auténticos dueños, y bien lo sabe, porque pese al desgano que la práctica significa, pese a todo, a pesar de los pesares, eso de las cabezas de ganado le sienta, le sobra pasta, le calza justo, no le queda otra, por lo demás es la mejor lección aprendida, siente que otras podría olvidarlas, siente aún el peso de las cornadas que su señora, su ex-posa le obsequió y no hay caso olvidarlas, de ese ruedo no se desprende, optimista en todo caso ya se imagina al nene del porte de un toro... de una estatua más bien, del tamaño indicado para los futuros manuales que ilustren el bicentenario de la república, y si bien el querubín destaca por su extremada flojera, un caracol que apenas saca sus cachitos al sol, él sabrá, por lo demás le corresponde, hacerle relucir su tremenda ornamenta de hijo pródigo y de sacarlo adelante a toda costa, como un serio ejemplo a seguir.
Eso sí, se desconcierta y será motivo de análisis, desvelos, angustias y lo que sea, el hecho que, su niñito esté siendo demasiado mimado en la burbuja y soledad de la opulencia, que ya ni siquiera su respiración sea propia, que ya tenga ciertas características, que si no hereditarias, son exclusivamente producto de la rigidez y ensañamiento por educarlo como el que más. Su torpe talante, poquito a poco, se ha hecho más obvio y ya dejaron de ser un tema menor la despreocupación, el olvido y otras tantas antipatías que el medio otorga y que lo ha retraído de la alegría que cualquiera a esa edad manifiesta, sumergiéndolo, de paso, en tremenda depresión que no saben siquiera cómo enfrentarla.
Es aquí en donde comienzan las recriminaciones de uno y del otro, y no existe forma de asumir en qué lo han convertido últimamente, ni siquiera la autocrítica se permiten, no va con los suyos, con los de su estirpe, la razón es autoritaria y de manuales y de escritos superiores –Ya decía yo, es imposible moldearlo si al final pareciera que, nuestro mocoso, este origen de la vida misma, está incapacitado para asimilarse a nosotros, como que le cuesta proyectar tanta rectitud y nobleza de una familia tan especial como la nuestra, no le saca provecho a siglos de tradición que tan bien portamos, no hay caso, si es cosa de mirarlo, ni siquiera se entusiasma con la sangre que le obsequiamos, con el gen perfecto que nos regala este gran, exitoso y heráldico clan, símbolo, por lo demás, de parabienes y esperanzas para alimentar y engordar a esta patria tan flaca que nos toca.
Y de verdad el chamaco no come, su apetito cada día empeora, le dio por comer tierra de los maceteros y hay veces que siente afición por la pasta dental, de chupar las puertas, hasta lo han visto raspando la grasita de los vidrios y es como una especie de depredador empedernido con los chicles bajo la mesa. Un antropófago cualquiera, si hasta disfruta de morder a sus hermanos, un carroñero que anda en busca de arañas, moscas y gusanitos de tierra que osen asomarse por su recamara.
Y sí, el poco apetito lo tiene a mal traer, de nada sirve tanta delicadeza ofrecida, que no le gusta comer tanta zanahoria para la memoria y la vista, que no le gusta la albahaca para concentrarlo, que detesta los berros para la sensibilidad, que no le entran los frijoles para aflojarle los estímulos, que aborrece el pescado para la fibra y estructura ósea, que ya no aguanta el zapallo para la alegría, que se hastió del cilantro y el apio cada ocasión que se permiten darle cualidades de índole sexual, que ya está hasta la tusa del pájaro búlgaro dizque para la energía, que ya vomita cada vez que le cuelan el arroz para fortalecerle el páncreas, que el quesito fresco para que las uñas crezcan sanitas y no se debiliten. En fin.
–Si es cosa de observarlo, ya se come hasta los mocos allá sentadote en el rincón de los juguetes, como que es bastante antisocial, pasa todo el santo día hojeando un libro de Foucault, vigilar y castigar se ha transformado en su juego favorito, cuento corto, otro de Kafka lo acecha y lo tiene metamorfoseándose de lo lindo y la servidumbre lo ha visto peleando con los monigotes y legos de forma desmedida, los amarra a la pata de la cama y patea sin cesar. Es huraño hasta con el padre, ni con los hermanos se lleva, ni siquiera sale al patio, hasta el perro le rehuye, ya ni le ladra, qué decir del gato, la última vez que lo vieron fue cerca del camino, a toda costa tratando de meterse debajo de alguna bólida rueda.
Ya ni fija la mirada, el mal de ojo, se imaginan, obsequiado por aquella tía bizca que lo observaba esa vez de su nacimiento, seguro hizo presa fácil del novel y atolondrado chiquillo, todo el día con el ceño mustio, a cada rato mirando para cualquier lado, hasta se entretiene y ése sí que es un tic fijo, mirando el modesto escote de la agotada, aburrida más bien, nodriza, que ya no da más, que se siente poco chupada, que le arde todo y nadie la busca. Pero ¡vamos! el asunto es moldearlo, enriquecerlo, perfilarlo, como acentuarle la existencia por más que sea antinatural el proceso mismo. En pos de la necesidad urgente, que tendrá algún día la patria, que lo vio nacer y ya se sabe, por la patria se renace si es posible, por la patria haremos todo y si es necesario, por la patria...
El ciudadano ha sido sobreprotegido, sobredimensionado, no hay dudas, allí pareciera se encarna la antitesis de lo que se había presupuestado -Y bueno ¿qué nos queda? habrá que seguir echando mano de todos los buenos modales, recursos, trucos, para sacarlo de ese ostracismo prematuro, de esa especie de insatisfacciones al por mayor. -Yo creo que se descuadró esa vez que nació y luego bautizó, como que fue demasiada parafernalia para su corta edad. -Recordemos, además, que en ese acto supremo por un pelo se nos ahoga, su insistencia de tomarse el agua santa casi acaba con la fiesta, y eso sí que hubiera sido grave, imagínense despilfarrar tanto esfuerzo, tanta dedicación, tanto dinero invertido, hubiera sido un cubetazo de agua fría para nuestras tremendas pretensiones y, por supuesto, un insospechado daño público a nuestra honra.
Y si bien su concepción aseguró, con pase automático, su paso al jardín infantil, colegios, universidades, un puesto importante y luego el cielo mismo, su tutor reflexiona -No es mala idea estar atentos a cualquier imprevisto que se tenga, y para este instante, digo yo, es necesario buscar la guardería exacta que dé cabida al santurrón éste y es de esperar que la suerte nos acompañe; si a donde vamos, nos cierran las puertas en las narices, a donde vamos se nota el desprecio de clase, claro, es difícil educar a gente de bien, y si bien tenemos las puertas abiertas en el extranjero, habrá que insistir en algún nidito de águilas que permita irle ajustando la existencia, el lenguaje, su altivez y, por sobre todo, el daño que ya le hicimos, y por dinero no paramos, ese nos sobra, y por nanas no nos detendremos, esas también nos sobran ¿y qué les parece si lo llevamos desde ya, sabrán que yo manejo el idioma ése que acostumbran los de nuestra sajona estirpe y es probable que por la cepa que porto, lo inscriban de inmediato?
A su jaula pajarito
El ciudadano ejemplar conquista el mundo. Los suyos ya lo han hecho. Él es su reflejo, su proyección toda. Su primera experiencia fuera del nido casero lo inflama de dicha y napoleónico vislumbra el horizonte que lo ha de acurrucar. Tanta locura casera ya lo sobrepasa, y si bien dan ganas de internarlo en algún centro de alto rendimiento, de enjaularlo con mochilas y petacas, almohada y pañales incluidos, su primer ciclo educativo será en el jardín infantil de una de sus tías, la más pechoña, especialista en acoger pichones de ralea con la monserga del rezo duro y parejo para de ese modo espantar, eso cree, se siente invocada y apta para ello, las malas vibras y sacrilegios que la criatura pudiera portar. Es su mejor obra para dios y el mundo. El suyo, es el lugar apropiado, si hasta la autoridad agnóstica, desde sus beáticas oficinas ministeriales, aprobó sin reservas el proyecto educacional por ella propuesto, con santos burócratas en la corte eso si, que para eso la familia tiene contactos.
Allí el ciudadano se resigna, su corta existencia ya sabe de represiones, manipulaciones y sobre todo de imposiciones, será este santificado sitial del saber, éste reino en la tierra misma, su correccional por largas jornadas, su rehabilitador segundo hogar, su primera oficina pública para orientar su vocación y servicio, su posta terapéutica para enderezar tanta desviación, tantas fragilidades. Al paso de los días serán los números y las letras su santa escritura, su inicio y vocabulario para el correcto devenir. -Si ya se nota su rumbo. –Mírenlo, sin tan sólo falta que –escriva balaguer- correctamente.
Allí se han formado con dignidad los angelitos del clan, de la grey vecina, de los prohombres de apellido de calles, avenidas, monumentos, edificios, aeropuertos y provincias señaladas. -Es un verdadero milagro viera usted, se les prepara para ser linditos, grandes, regios, estupendos, ordenados, educaditos, buenos padres, excelentes esposos, tremendamente cristianos y si dios provee, perdone la muletilla, bien derechitos, y sin ningún atisbo de vergüenza proclaman, que es allí en donde la génesis del poder toma forma. - ¡Por dios que asegura la pureza de las criaturas! su integridad, su rancio linaje, su devoción, su cristiana forma de admirar (ni siquiera de ver) al mundo que ya se rinde y que también se admira en señal de pleitesía, apoyándose leal a sus pies abrigados, a sus manos prolijas recibe besos, a su futura voz ronca de patrón acaudalado, a su instinto inmarcesible de ser el llamado, el voceado, el requerido, el regado y nunca secado.
Se mantiene la tradición y con eso basta, y sobra. Todo ciudadano de bien lo agradece, y defiende, y no importa ser blasfemo -¡Al carajo con el estado laico y la herejía y la patraña de niños moritos sin bautismo, sin comuniones y pecados! Aquí la regla es sagrada, y es el modo, sencillo por lo demás, la santa experiencia lo dice y reitera, porque se trata de servir a la patria, a dios y al excelentísimo que se ponga algún día por delante... y por atrás también. Aquí se forman y ordenaditos van lavando su nacionalidad, su sangre, sus pecados por cierto, su pureza que enderezan infatigables, que rece el niñito por la mañana, que rece antes de la colación, que rece por el control del esfínter, que rece cuando los dientes se lava, que rece cantándole a la virgen, que rece cuando juegue, que rece por la noche, que rece cuando duerma y sueñe que reza y que su cuerpo lo sienta, que rece por rezar, que récele que récele, que en definitiva, órele con ganas porque a falta de hostias, con el ritalin vamos calmando la ansiedad del señorito, manteniéndolo en buena forma, quieto y a raya, como a todo desgraciado que apenas ing-resa a un recinto del bien como lo es éste.
Que los himnos tampoco se olviden, que cántele a la patria, a sus valles, a cuanta tierra conquistada y a los indios usurpada a punta de urdir mentiras bíblicas y estocadas. A la banderita, a sus colores que representan la república misma. Al escudo y sus zoomorfos personajes, animales a medias que no son más que la extensión natural y ejemplo ciudadano. Que al prócer, si no importa mucho de quién se trate, es nuestro y habrá que cantarle un temita. Que a dios también, es nuestro deber, no vaya a castigarnos. A la flor tradicional, y si está en extinción que nada importe. Al traje típico ¡Ah que bonito cantarle al traje típico! A la abundante comida, si para qué preocuparse de los que no comen, si su cantaleta es ayunar de hambre, y no comen porque son flojos y ladinos. Al cielo brumoso ¿qué importa? ¡Le echamos su musiquita! A las mismas estrellas si es preciso -si es la copia feliz de edén, si es cosa de estirar la mano y solitas se nos vienen encima ¡Ah, que goce con el récele-cántele! ¡Oh, que disfrutar tanta refriega sacrosanta!
Allí nuestro ciudadano conocerá de las riquezas de la ansiada buena educación, y si no ¡que se joda! si la letra, con sangre, a la vena por si solita entra -¡Ah, con la buena vida de educarse en este paraíso! -¡Ah, por la dicha y jarana de sentirse erudito y astuto! -Si ya cuenta hasta diez de ida y vuelta, eso si, con ayuda de la varita de mimbre, que generosa latiguea su mano, la nalga, el lomo. Y serán sus tías las que tratarán, a como de lugar, alivianarle la soledad y tantos baches y manías que ya posee, y son simpáticas todas, a ninguna le falta dios, si son como vírgenes inmaculando angelitos, los sientan en su regazo, les limpian el culito, hasta la leche (de mamaderas) se toman los tiernos. –Si es cosa de verlos, son igualitos a esos querubines de la pintura de la Virgen de las Rocas. ¡Ah, que lastima! si Leonardo captara este instante.
Y crece a estornudos, con hipos de susto, con el padre nuestro en la boca. Ya los amiguitos se ensañan con él, se sienten más poderosos, impunes, que déle con quitarle la manzana, qué déle con arrebatarle el sandwich, el jugo de frutas de exportación, no hay día que no aparece golpeado y mallugado, si al final se percibe una piltrafa al servicio del despotismo, un esparring de la soberbia, un individuo del individualismo, una especie de ánima constantemente amenazada que tan sólo se calma gracias al azote educado de las párvulas hacia sus violentos compañeritos. Y sí, pese a todo, permite que miguelangelito siga con su precario trayecto primario, con su traspié continuo que según sus padres, quienes observan de reojo sin involucrarse ni mucho ni poco ¡que flojera más grande! es parte del martirio de todo héroe, de todo hijo bien nacido, de todo personaje que trasciende a pesar de las dificultades, de los altibajos, que por lo demás es necesario tenerlos, porque todo será en beneficio del origen, del renombre y del apellido, de la herencia, de la patria, de la vida misma.
Y aprende de todo, la comunión ya se viene y se prepara una batería inagotable de rezos y prédicas, si hasta la fiesta en el club de golf, huelga decir, en el tremendo campo que la familia mantiene resguardado con fuerza pública por allá en el sur, cerquitas del mapa genético, que por cierto erupciona avisando su bronca, hambre y sed justiciera, que de paso arde y se muere por tanta infamia, y que ya se prepara para recibir mantelitos blancos, lechones, platos típicos, buenos vinos y escapularios en su honor y así, echar en el ataúd de la identidad, con todo el desprecio, los nobles bordados de una nación, sus frutos y semillas de origen.
De memoria se sabe las semanas santas, ni hablar, ya conoce a los personajes, y sus padres ruegan disfrazarlo, ni siquiera vestirlo, de dios autóctono para llenarlo de escarmientos. La navidad y santa claus (se prohibe llamarlo viejo pascuero) es pan, con pasas y nueces, comido, es donde junta todas las ganas y apetitos de consumo, porque sabe que los regalos son abundantes y de última generación, nada de juguetes artesanos, de madera, trompos. Y se porta bien, porque sabe que lo contrario significa misas obligadas, que venga el hambreado cuco y se lo coma. Ya se imagina repleto de avemarías revoloteando en su inocente y lúdica cabecita, y si bien la misión por llevarlo al supuesto jardín del éden consiste en sacarlo de sus autistas costumbres y desganos, en un santiamén el pequeño angelito se llena de santurrones legados, biblias, conceptos religiosos. Si hasta ganas de vestirse de virgen le han dado al pobre, se tienta con el martirio de san sebastián, incluso le llama la atención, no mucha, el costillar herido que éste porta -Es su manera, piensan, de irse amanerando... fogueando más bien corrigen, con el conocimiento, con la sana costumbre de interiorizarce con la alta cultura.
Por lo demás, ven en ésta metamorfosis una especie de pilar de heroicidad para que su salud física y mental progrese. -Un hijo de dios lo requiere y si no lo requiere, se lo requerimos a la fuerza y un par de balazos nada nos cuesta, si siempre existen niños rebeldes a la comunión y consejería, a la tutela y autoridad, al estado, a la república, al poder. Ahí se irá viendo cómo le acomodamos un pedacito del padre nuestro cada vez que sea necesario para que vuelva al redil de los santos inocentes y bueno, está en edad de las decisiones y si hoy anda, dele que dele, jugando con los muñecos, que peinándolos, que maquillándose de guerrero, no le demos tanta importancia, sencillamente repite el gesto y modo cariñoso que tienen las tías hacia él. Por último, para eso contamos con doctores en la familia quienes de seguro resolverán esas raras manías, además que, varios de la familia las portan, y claro, si sigue insistiendo en sus maneras y si se le ocurriesen nuevas huelgas de hambre como cuando nació, y si siente algún déficit atencional, un ayuno de cariños, en un santiamén y con un buen coctail de sedantes lacrimógenas y la mitad de un ritalin se las quitamos. -¡Se los juro ante la tumba de mis hijos!
Que no hay caso, es un hijo de tigre
Y su vida sigue y los altibajos son su carisma. Insisten en planificarle cada uno de sus modales y ya se estudia, de antemano, como si se tratase de un negocio a futuro, cuál será su modo de desenvolverse para cuando cruce el umbral de criatura indefensa, cuando comience a valer-se por si solo. Su familia es previsora y no se anda con el cuento de improvisar, menos cuando ya tienen claro que miguelangelito requiere y debe ser depositario de mayor atención, de cuidados intensivos, ni pensar en dejarlo por su cuenta, sería como entregarle una chequera en blanco, darle navaja a un mono o simplemente poner al gato cuidando la carnicería, porque, pareciera, dejar al azar todo su gesto, podría ser desastroso para tanto interés planificado y, desde luego para lo más importante, las finanzas familiares.

Si ya no le falta nada, su desarrollo primario pareciera le sobrevino y hasta se ve como un niño mayorcito. -Si creció de sopetón. Comentan todos sus cercanos, convencidos que la madurez del crío, su escarmiento por el orden, es a base de puro entrenamiento fuerte y, desde luego, férrea disciplina, no en vano se jactan que la familia, desde sus ancestros, ha pertenecido a los institutos armados, no hay generación que se pierda el llamado patrio, su segunda cuna por lo demás en este su paso por la vida, corralito que tierno los acoge para centrarles tanta desviación, su montón de debilidades, es ahí en donde se han moldeado y envanecido sus taras, y sienten agradecimiento infinito y todo, el que así haya sido.

Es allí donde floreció la raíz de su mueca dura, su risa férrea, su cariño entumecido, su entusiasmo seco, su firme estirpe, su sospechosa honestidad, su académica capacidad mental, su confianza camuflada, en fin, el sinónimo antónimo que calza perfecto, cual bototo, para relativizar la frialdad que hará del mocoso un tremendo súper héroe, un ciudadano como corresponde, y sobretodo hará de ellos, unos perfectos y meritorios baluartes de cómo se debe criar, de cómo debe ser, de verdad, el individuo que la patria reclama. Insisten y están convencidos que así será.

Si hasta el tío militar, ese casi general, ni pensar que se trate de un cualquiera, fue quién sugirió, suelto de cuerpo, en posición de descanso, un operativo… una estrategia y planes en pos del futuro alférez y paradigma patrio, su degradada capacidad arguye, que a los niños debiluchos y algo impávidos, más que nunca es necesario ingresarlos, a la mala si fuese necesario, por la razón y a la fuerza, incluso, en alguna academia de guerra, y se siente atendido en su demanda porque es de aquellos que han entregado hasta la decencia en aras de la república, es más, se siente secreto de la seguridad nacional; degenerado en sus ideas, supone tener clarito que hasta los palos más doblados se enderezan, porque allí los resultados mejoran y en corto tiempo, en un rape instantáneo, en un casquete de días, es posible darle sentido al paso de pavo y mustios reflejos que adornan a éste proyecto de cadete, de entregarle poderosas herramientas de sobrevivencia al, a esta hora, ya casi reclutado sobrino, para que, de una buena vez por todas, enderece el torpe tranco físico e intelectual que lo aqueja.

De hecho, él es de los que ha logrado estar vigente por décadas, un soldadito de plomo hecho y derecho, presto al ataque y con la valentía incólume, del porte de un tanque por lo demás, con el uniforme planchadito y sus meritorias medallas a la mano ante cualquier sorpresa que la patria demande, no vaya a ser, orgulloso comparte con la tropa familiar su experiencia y filtra sabios consejos a partir de su paso por regimientos coraceros, por campos de concentración en aquellas batallas de baja intensidad, de participar y darle duro al enemigo interno, de exterminarlos a como diera lugar, con la fulminante ayuda de dios eso si, y que permitirán tener una mayor amplitud a la hora de tomar decisiones sobre... Miguel Angel, nada de andar apocándolo, no es de hombres por lo demás.

Y le creen, y atentos toman nota a los buena asesoría de un profesional de tan gallarda estirpe, ni siquiera se arrugan con el curriculum, con su pesado historial asesino, que creen, se ha visto beneficiado últimamente, gracias a las buenas estrategias judiciales de la parentela que ejerce la abogacía, y del Estado, faltaba más, y que son hoy su punta de lanza, y ése si que es un acto superior y un llamado a la importancia de la grandeza militar, para principalmente preservar y disfrutar la dicha de construir una patria de verdad con hombres como él.

Y siente entre responsabilidad histórica y confianza de padre tutor mandamás en sugerir el derrotero perfecto para su asustadizo sobrino, y es aquí, en esta barricada de los más altos valores, en este anfibio de los principios más elevados, en este camuflado campo de Marte, en donde se pueden confiar todas las proyecciones venidas a menos por tanto tiempo y que hoy es posible revertir permitiendo que, el núcleo familiar de miguelangelito corone su paso marcial con responsabilidad y seriedad, como si se tratara de una guerra de sobrevivencia por los legados y tradiciones que se han fijado seguir constituyendo para los suyos.

El ciudadano se ahoga por tanto pin-pon que le toca, se ha convertido en tiro al blanco favorito, un carne de cañón de los desvaríos del clan, si hasta se siente un salerito en la mesa, que pónganlo por acá, no que aquí, que mejor allá, que probemos esta formula, y si mejor esta otra, y si el tío se equivoca, que mejor esperemos, que ya no se aguanta más tanta debilidad, y si imploramos otro poco, puede que si, puede que no, y ese doctor especialista que nos recomendaron, o esas pastillitas con sabor a naranja junto con la leche ¿Y si se le cortan los valores? ¿Y si se le hacen nata los principios? ¿Y si se le arrancia la creencia? ¿Y si el gesto se le pone parmesano? o si mejor le tiramos las cartas, o el tarot, puede que ahí esté la verdad o por último nos contamos mentiras de las buenas ¿por qué no leer el horóscopo que inventó la tía Juliana y que vende todos los domingos al mamotreto ése dizque termómetro nacional?

Infinidad de dudas para un comportamiento sencillamente fuera de lo común. Pese a todo entre resignados y no, se convencen; si el edénico jardín ha moldeado como corresponde su precoz infantería, es su conclusión, no hubo día que no faltara un zamarreo, una paliza y gritos en su contra, y qué decir de los rezos que se multiplicaban cada vez que no cumplía en el rendimiento planificado, y las estoicas tías que tuvieron el valor y la fuerza de hacerlo más centradito, por lo demás -se anticipan- todas estas lecciones son las que se transforman en la defensa requerida ante la foránea idea de quienes inventan cuestiones de cómo se debe educar, a los hijos, en una nación pura, única, autosuficiente de formulas invasoras, como lo es ésta.

Nuestro ciudadano pareciera estar listo para nuevas ta-re-as, y si bien su rendimiento no fue el por todos esperado, que se destacó por su escasa disciplina, que se pasó años retraído en el patio de los callados, de la insignificante condescendencia con sus compañeritos, varios desertaron con tal de no verlo nunca más, que la motricidad gruesa fue su talón de Aquiles, que la fina lo llenó de monerías, si hasta preocupación hubo aquella vez que miguelangelito optó por actos ceñidos contra la moral, de decencia y buenas costumbres según el informe final, cuando le dio por agarrar las nalgas de una rubia compañerita cada vez que jugaban al trencito y terminar excitadísimo atrás de la puerta del baño tara-reando canciones de amor que, por lo demás, le salían del alma interpretarlas.

Finalmente es allí en donde sus apurados padres dan cuenta, por primera vez, de la cultura y otras manifestaciones más universales que inocente porta la criatura. –Si nunca las vimos como tan importantes para nuestro desarrollo ¿por qué debiera serlo para él? Y la verdad es que no gustan de tantas distorsiones para su existencia, que siempre ha visto con malos ojos los libros, que la música no hay caso que traspase su tímpano sordo, que las melodías siempre deben ser de fondo, nada que amontonarse en un primer plano auditivo, el arte los tiene hartos, hasta histéricos, porque es allí en donde han notado flaquear al clan con cuanto pariente imbuido en las sensibilidades manuales, y que nunca tuvieron ningún rol destacado, pelmazos que tan sólo han servido para perder utilidades y negocios importantes, y que han demorado el logro de objetivos superiores. –Mire que andar leyendo poesías, que a espatulazo limpio pintando cuadritos. Consideran que, con orden y cautela, es posible logre temperar sus impulsos creativos y se aburra en algún instante de todos estos oficios menores, que no reditúan nada y que bajan enormemente la plusvalía de los genes.

El piano y el violín son su epicentro a estas horas. Y son contingentes -Porque salió un estudio, que niños que practican música logran un año de ventaja en su desarrollo cerebral. Desafinado y todo ya es escuchado con atención, en la reunión que la familia convoca para presentarlo al mundo ¡Pobre! triste ya se sabe tocando los alegros de Bach, bajoneado interpreta algún gozo de Mozart, se las aprende todas, si es un sensible por naturaleza, si hasta interpreta el folclore con entusiasmo, por lo menos le pone ganas y matices al asunto. -Si hasta canta. Las canciones y hit del momento son verdaderos caballitos blancos para sus padres ¡Llévenselo de aquí! Ordenan a la servidumbre cada vez que tararea alguna -Qué decir del baile, le salen bonitos y la sensibilidad se desliza increchendo por su cuerpo. ¡Óigame! Si hasta para pintar al óleo se da tiempo, no destiñe con los tubitos, le hace honores a su disminuido nombre, sus pinceles deben ser de calidad, los wilsonewton con pelo de nutria tiritan de miedo, lo acompañan en largas y torpes jornadas, el profesor y artista finalmente da las gracias y raudo renuncia a la pintura por encarguito familiar y declara, apesadumbrado, -¡No hay por dónde!.

Se perfila un ciudadano de verdad. El aburrido betseler del momento será su lectura de cabecera y obligada tarea. Su escaso juego consiste en ordenar el librero atiborrado de revistas del corazón y manuales de autoayuda, de llevarlos para allá y traerlos para acá, que píntele bigotes al artista, que recorte el modelito, que llene los crucigramas, que extraiga párrafos de los consejos de decoración, que aproveche de regar las plantitas, que siéntese con la empleada a ver la comedia, que conteste el teléfono y dígales que no estamos. En fin, tremenda rutina que no lo agota.

Su almohada hundirá los deseos de todo niño cansado y pasado de sueño, hasta que no haga de la lectura un hábito, miguelangelito no descansará en paz. Leer y escribir bonito son parte del proyecto educacional que sus padres le han fijado para antes de los cinco años, pero que se trague sus palabras, que las economice más bien, que ni siquiera obtenga el don de decir muchas, más bien que las condone en su contra y ojala que los números le cuadren y le salgan bellos, que lo acompañen, por lo demás, lo suponen un niño de principios de siglo que debe dominar todo beneficio tecnológico, todo software, como si se tratase de un ciber contador digital, en pos de administrar la fortuna que será su saldo a favor eterno, si hasta operaciones difíciles logra resolver y la planilla de cálculos está dentro de su agenda diaria. Está claro que hay que estimularle un poquito más el hemisferio matemático, ese de las cuentas alegres, es obvio que se impondrá como su favorito y sabrá quererlo.

Al ciudadano perfilarlo hasta menoscabarlo, podarle entonces los asuntos de poca monta sería el lema, por ningún motivo ofrecerle alternativas académicas, menos darle tiempo a la vagancia, nada de distracciones y desvaríos, tampoco mostrarle la hilacha de cariño. -Sacarle el jugo, estrujarle hasta el cansancio la sapiencia que porta, porque cuando grande le hará falta saber de todo y, por cierto, agradecerá nuestra tremenda preocupación, nuestro arrebato en pos de lograr objetivos que lo encumbren a la categoría que necesitamos. Pulir el piso con él sería otro eslogan. –Limpiar nuestras deficiencias y carencias será un motivo, si es cosa de proyectar en qué fallamos y él sabrá corregir nuestras erratas.

Que barnizarle los tic heredados sería un gesto desinteresado, que se sepa parte de esta maravillosa familia, de su espacio, de sus costumbres, de sus muebles, y del esfuerzo que generación tras generación han permitido ser lo que somos. Que circuncidar al mamoncito porque, se dicen, con un dejo redondo y adolorido, no está de más quitarle las ganas cuando chiquito, de mantenerle limpiecita su cosita y todo mal pensamiento que lo rodee cuando grande, por último, fue deseo de nuestro brillante tatarabuelo el que todos los hombrecitos que se fueran naciendo después de su muerte, contemplaran su prepucio llagado y así evitar la tentación de abandonar nuestra religión incluso, en definitiva, irle cercenando el deseo a las malas costumbres que por ahí la vida ofrece, que incluso su semen se mantenga insípido y en desuso por los siglos y hacer de este gesto un valor intrínseco en si mismo, una metáfora extraordinaria, una parábola más bien, en pos de salvaguardar lo más preciado, que es preservar esta histórica y proyectada familia.

Un chanchito regalón se asoma

Esta ejemplar familia se caracteriza por hacer de la tradición una costumbre y, por sobre todo, hacerla parte de la cotidianeidad. Aquí la herencia de gestos son ritos incapaces de quedar en desuso, no se botan en el cochinero de la vida –comentan- tan basural ella de las buenas cosas y de la decencia, si hasta el pijama afranelado y apolillado del más viejo se conserva, y se conserva porque se encarga de vestir, generación tras generación, a los afortunados y flojos machitos descendientes y a sus muchas debilidades y deficiencias.

Si hasta las pantuflas de la abuela son un patrimonio, recuerdan que, con ellas, su paso matriarco veló todos y cada uno de los pasitos de las hijas e hijos del hogar, su tranco fuerte fijaba límites, lijaba callosidades, espolones y todas las máculas que por allí pretendieran pisotear la moral, que no se fuera a desvelar tanta educación rigurosa, por ningún motivo a trasnochar el insípido y rancio linaje, si hasta de madrugada ejercía su liderazgo panóptico, de vigilar y castigar el desvío del origen gracias a la casi angular piedra pome, que masajeaba el juanetero líquido sanguíneo, que hoy todos los suyos sudan y portan dignamente.

Observar aquel retrato ya desgastado de la parentela en pleno, esa vez del funeral del recordado pater abuelo, odiado por algunos, querido por otros (y otras), y que fue la ocasión obligada para convivir y limar asperezas anteriores, es observar fijamente la debacle de un clan venido a menos, sobretodo y entre otras cosas, de probar el trago amargo, de sentir todos decepción al testamento garabateado por el viejo. Encuentro que a su vez permitió memorizar la estirpe de aquellos hijos de caudilla mueca triste, acaso por el cariño al difunto, acaso por las migajas que éste les dejaba o acaso porque son así de tristes.

Aquella postal malhumorada es la excusa eterna para culpar a la bella nodriza, la agraciada y excitante dama de compañía de los menores deslechados y que aparece radiante y protuberante al borde inferior de la foto, si hasta se va de lado el retrato. Despechados gritan en desorden su furia -¡Si fue ella quién se quedó con casi todo! – ¡Si terminó y acabó con el viejo putamadres de un santiamén! -¡Oiga! si es la responsable de su muerte. Si le paró y hasta el corazón enamoradizo dejó de latir en el revolcón ése, aquella vez que la ardiente empleada alimentaba, a pecho descubierto, al nieto, al padre y al querido abuelo respectivamente.

Que tal bajeza no les hizo mella, que no importa, que siempre existen mujeres así, pérfidas capaces de todo en pos de la herencia ajena. Que igual el tata requería atenciones especiales, que su mano tiritaba si no era atendido con urgencias, nada de negarle el deseo pese a su pañal de incontinente, si era un fértil a su edad, un regador innato de la semilla aristocrática, era su personalísimo chorreo para combatir la pobreza de otros... de otras en este caso. –Si hartas canas tenía como para oponerse a que las echara al viento o en una almohada ajena a la suya. Ejercía una especie de juego bancario cada vez que andaba con la maldad y entusiasmo acumulado, depositar su, a esas alturas, escuálida millonada reproductora, en algún maculado deposito externo, era su inversión a plazo fijo, por lo demás, era cosa de cruzar hacia la estancia doméstica y ser acogido, con beneplácito, con cálido cariño y puertas abiertas, por la ejecutiva y siempre dispuesta pechugona dama.

Usos y tradiciones de bien y que a pesar del tejado de vidrio que hoy lucen (es familia campeona para eso de andar viendo en el ojo ajeno la paja acumulada) hasta son capaces de sermonear de lo lindo al resto y sus decadentes extravagancias o vidas ligeras, así le llaman. Su discurso público consiste (ya es su porfiada costumbre insistir con la misma cantaleta) nada de permitirse bajezas del ser y otras marigüancias. Su embustero tranco, su oportunista cara larga, que no hace más que mostrarlos de hilachas, a rostro descubierto, sin siquiera un dejo de vergüenza, pareciera es una siniestra coraza, para ellos no es más que un modo correcto de advertir al mundo los peligros que la inmoralidad acarrea.

Con toda indiferencia y desgano a las santurronas directrices, de esa boca para afuera que se cargan, el chiquillo ciudadano se esmera, no le queda de otra, percibe que así su padre se sentirá orgulloso, y se esfuerza por los asuntos de poca monta que van curtiendo, de a poquito, el porfiado pellejo heredado, detalles que permiten perfilarle el sentido de la responsabilidad a los nuevos integrantes del clan y que deben cargar por el resto de sus días, son la dosis y volada, se lo permiten, para efectos de no mancillar el psicodélico y sacrificado legado, y ejercen ésa su necesidad, por lo demás les brota natural, de foguear al niño, de alistarlo, de irlo regaloneando con disparatados y reglamentados ejercicios.

Y si bien no consideran un burro al crío, menos uno de carga, ya es hora que se moje de responsabilidades, y que oigan bien sus cerilleras orejas extremadamente grandes, ya está apto para entender las rutinas de sus progenitores, las del padre sobre todo, que siempre está a la mano, rascándose el ombligo y otras concavidades, y que desde su epicentral alcoba, no descansa y todo lo controla, si hasta el control remoto no suelta, es su báculo, su poder omnímodo, por lo menos es su consuelo y se resigna a ejercerlo en su único metro cuadrado al que está acostumbrado. Y se esfuerza en sacarle la mejor sustancia al menor de los hijos; echado y en bata de dormir, sobándose los pies, medita y piensa a su angelito, su regalón y mejor inversión, de proyectarlo cada día mejor, y si se puede, dios quiera, que hasta las uñas le crezcan igualito a él.

De la madre poco se sabe últimamente, entre que practica todo el día el alpinismo y otras esforzadas acciones con su cuerpo en el pic de la edad, de resolana madurez y belleza expuesta, que no se deja ver demasiado, salvo a media luz, que déle con su asunto de gastar energías lejos de casa, que déle con saborear la cremosa libertad auto otorgada, que las operaciones y arreglos de sus partes íntimas hasta le complacen, que métale siliconas, que nada de obviar el deseo, que vamos regaloneando la lívido, si ya ni duerme en el lecho matrimonial, no le atrae por más cebo que le unten a las sábanas que dejó la abuela, le molesta la grasita abdominal que ya porta su distinguido ex-poso, ni los calzoncillos ajustados que éste luce le atraen, le quitan el sueño por ridículos, que ya ni duerme en ese hilachento invernadero de buenas costumbres, que ya es poco probable volverla a ver deambulando por la residencia, ni siquiera los niños son una carga, definitivamente, ella está en otra cosa más a-cojedora.

Así, miguelangelito sigue su paso de infancia entrando a una especie de promiscua adolescencia, en esa edad en que no se sabe para dónde va el tren, ni por dónde viene el proyecto familiar al que quieren someterlo. Sus responsabilidades empiezan desde temprano, incluso antes que por primera vez vaya al baño, es el encargado de recoger la prensa todos los días y leer los titulares, y si bien no entiende nada, su padre se entusiasma en que lo haga, el informe diario de la bolsa y las fluctuaciones del horóscopo son sus lecturas más solicitadas, por lo demás percibe, como si se tratase de un adivinador innato, sus inversiones se balancean cuesta abajo y no logra un alza sustantiva, es un especulador por naturaleza y son las fluctuaciones las que determinan su relación con el entorno, y con los demás.

El niño ciudadano toma impulsos propios, en eso se parece a su madre, tan curtida ella del deseo, se aprovecha y goza fiel las páginas de entremedio, que ojea sin descanso del pasquín suscrito, busca nuevas sensaciones, otras emociones que aún son tabú en su existencia. Ya lo decía la tía del jardín, tan llena de premoniciones –Cuiden al pequeño, suele pasarse para la punta. Y su erección chiquita, no deja de entusiasmarlo cada vez que la espectacular y livianita de ropas modelo de la portada le guiña el ojo en señal de ternura casi materna, que ya está en edad o a un paso de ser más grande, de ser más independiente, de ser por último, un mocoso más atrevido.

Se sabe un reprimido obligado e intenta a toda costa sacarle provecho a cada una de las ta-r-e-as encomendadas. Su existencia no puede seguir siendo tan ambigua, aún así, recae cada tanto en las insoportables proyecciones que su padre tiene con él, especialmente las que supone serán las que ordenen su modo de vida. Su no lejana adultez de hombre comprometido con el negocio, con la economía del libre mercado, que pronto heredará a manos llenas, en aquella bandeja dorada que el capital ofrece a destajo a una criatura como lo es esta, son su motivo hoy en día.

Se esmera y es aplicado cada vez que las matemáticas son el tema de sobremesa, cuenta servilletas muy bien, es su primer jobi, los cubiertos son sus favoritos, allí se esfuerza junto a la servidumbre para que nada falte, incluso es capaz de poner menos platos. Gastar poco es su obsesión y desde ya su padre premia tales acciones, su alcancía recibe la generosa mesada por trabajo realizado, lo harán ahorrar lo suficiente para que, cuando grande, acceda al beneficio del auto propio, la casa no, vivirá para siempre en este palacio familiar y, por sobretodo permitirá irlo asistiendo, con los recursos necesarios, para cuando deba (es un decir porque el dinero sobra) formar otra generación, su futura familia por encargo.

Si no es tan burro el orejón éste

Así crece este muchachito llamado a preservar la tradición. Hijo y fruto del dilatado y hueco vientre dinástico, de la erección del linaje, del estirón de las circunstancias, de la elongación al azar del cuerpo con ralea, del alargado rebuzne que intenta el arrugado poder. Hoy más grande, distribuye su tiempo entre el monasterio casero, rodeado de servicios y comodidades (si hasta parece hijo de zánganos reyes) y el prestigioso colegio de curas, ubicado allá arriba de la montaña... más allá del cielo incluso y que, desde su claustra recámara, temeroso, miguelangelito observa concentrado y en transe.

Cofrádicas instituciones que congregan a la grey más granada y que ofrece a cada ciudadano inscrito, a cada ciudadano forzosamente parido, la j-aula de oro precisa para el calándrico aprendizaje de asuntos, sobre todo los que atañen al cómo desenvolverse en sociedad, al cómo hay que mandar, de cuánto se puede lograr e incluso ahorrar, y que oferta en módicas sumas, tal como si se tratase de un santo y áureo paquete de crédito, el don y dicha de la mentira, la gracia de ser embustero, el ángel de ser caradura, la simpleza del egoísmo, la riqueza del oportunismo, que irán caracterizando...matizando más bien, a estos a-dorados y verdaderos hijos de dios aquí criados.

Son su cárcel exclusiva, su probeta divina, su prisión del amor, un establo de paz, del cariño, de la bondad, de la dicha, hasta de plena armonía se habla a veces, porque abarrotan su existencia y encadenan la vida, como que la sujeta con fuerza, evitando que, en este caso, miguelangelito, se deslice por caminos equivocados, que pueda errar el designio. Y aquí el martirio es parte de la responsabilidad pre púber, ni siquiera juan bautista queda exento de pensarse y no es novedad que éste símil de san vicente y sexto de los hijos, que lleva tanta carga y no la siente, sea comparado con el profeta, y si bien no tiene mucho de qué hablar, ni de qué predicar, da lo mismo por último, con el jesús en la boca hasta cierto parecido le notan, es considerado un bien nacido, un proficuo de su propio destino y ya se atreven a proponer que será un santo en toda la extensión de la palabra, un ventajoso ganador preparado para adivinar hasta el esplendoroso presente, ni hablar del futuro que le toca.

Y en esta su corta edad se cruzan todas las insinuaciones posibles, y no hay día que pase que no recuerde el llamado de ejemplo a seguir; así, este novel del clan, ya adquiere obsesivos gestos, entre que similares a un mesías, no le sale mal tampoco el de prócer, son sus maneras que gestionan su pase automático a la liga de los grandes, de los pocos convocados a determinar, en forma serena y con ayuda del más allá, el rumbo preclaro que requiere la patria y evitar así, el descarrilamiento probable de los valores, el fatal derrame de la sangre con linaje, para cuando no exista más posibilidad que un ciudadano como él.

Entre astuto y pareciera convencido de la maravilla de haberse parido por obra y gracia de las necesidades terrenales, nunca se sabrá un desliz de la vida, por más que su gestación allá sido en ése extraño cumpleaños del padre hace ya ocho años, poco le han comentado al respecto, que éste se durmió temprano, en el jardín de la casa lo vieron acomodar su esmirriada y guacareada humanidad, la ingesta de alcohol lo sobrepasó, de allí su madre brindó hasta altas horas de la noche con aquel invitado y pariente lejano, fue en la cama matrimonial en donde la cruda le hizo efectos, un verdadera alpinista en la cumbre del kilimanyaro, se tomó y comió todo, erupcionó de lo lindo y hasta el postre con nieve terminó de digerir un poquito antes del amanecer, antes que la resaca y el dolor de cabeza (tanta ornamenta duele) despertara a su rumiante y cagado de hambre ex-poso.

Miguelangelito ni siquiera se desvela en la parranda de su familia, tan nacida ella para el festín y las relaciones sociales y para el asunto de vanagloriarse de sus éxitos; cada fin de semana obsequia al mundo una convivencia, expresamente para cortejar a familiares y amigos con el deseo de conservar vigencia y, por sobre todo, para mostrar al llamado, al voceado, al gritoneado, al tironeado, al irresistible y deseado angelito, que desde lo alto de la cornisa, enfundado en su eterno pijama, el del abuelo por cierto, observa y saluda y se despide y se distrae y se avergüenza y se inhibe y se amurra, con apenas un dejo humano, al sentirse observado por la multitud que, desde abajo, lo corteja –Si es cosa de mirarlo con atención, ya tiene aspecto de legado del mundo pese a su colgajo de orejas desalineadas y grandotas.

El ciudadano en tránsito terrenal es un calculador precoz y se las sabe todas, es muy avispado, es un hueso duro de roer a todo terreno, se denomina auto legionario precursor, un místico planetario, un antes de cristo incluso, hasta capa usa y, desde ya, estudia el modo, la mueca, el gesto, el tic, la tara (impresiona su tanta mímica, su tanta puesta en escena) en espera de ser aclamado algún día no muy lejano, de ser convertido en piedra inmortal, en retrato patrio, en un prohombre vaticano, en cualquier cosa, y ya tiene seguidores, es por ello que ni siquiera esquiva al perro que tanto lo intimidaba hasta hace poco, aquel pastor encargado del juego, de morderlo más bien, de ladrarle su apellido, de atrincarle su desespero, de cuidarle el tropiezo.

Ni el zafado gato esquiva la mirada a su loco amo, y ésta sí que es historia aparte; sus rencillas, encontronazos y desde luego sus alteraciones mentales ya quedaron atrás, fue hasta cierto instante un felino martirizado, hasta gateaba como peluche a pilas por las palizas y gracias del poseído querubín, y todo, por la tremenda necesidad que tenía éste, por desquitarse del insistente rasguño de la disciplina impuesta. Hoy benito, más compuestito, así se autorefiere, es un atado de nervios y se reconoce alterado, sus venas aún se encogen cada vez que la silueta del niño asoma. Pese a todo y con las pocas vidas que le van quedando y después de tantos intentos por quitárselas, anda menos intranquilo y un tanto afianzado, por lo demás su extensa familia, que las noches de agosto le han procurado, lo tienen sereno, más consciente, más quieto, menos temeroso. También hoy proclama como su favorito al auto designado ciudadano ejemplar y recibe el cariño respectivo, unas extrañas palmaditas en el lomo, ante su, digamos, casi obligada aceptación.

Miguelangelito, pese a tanta postura magnánima, sigue huraño y no hay forma de hacerlo entablar un mísero diálogo ni siquiera ínfimo con los suyos, con nadie, a puras señas, a puro rebuzne se la lleva, y es ese agudo sonidito el que lo caracteriza, si pareciera un relinche inacabado, que no se agota por nada –allí otra vez anda de burro – comentan -. Rehuye a ser más sociable, porque sabe que su postura es parte de la auto concentración impuesta, si hasta los dientes aprieta en señal de mudez, a pura contracción y retortijones se la lleva, y es así, y lo hace porque, para él, no hay lugar a las confiancitas de ninguna especie, salvo se trate de un buen negocio, de alguna oportunidad única de afianzar la fortuna o el consiguiente llamado a ocupar el sitial más alto de los hijos de la patria, además que, alguna vez, observo a su padre dándole con todo a la madre y viceversa sin siquiera dirigirse la palabra, es decir, lo animal se aprende y el es un calladito porque, además dice, se ve más bonito.

A propósito, ser integral es el lema para el ciudadano, y si bien no entiende a qué se refiere, responsabilidad y dedicación es lo que se espera. Así, asuntos como otros idiomas hacen temblar su quijada, y sus orejitas se contraen, si hasta la lengua se arruga, se esmera, es un decir, en cumplir con shakespeare al pié de la letra. Que verborrea de lo lindo el acento, que es tan parco como flemático, que ni el opendedor le sale fluido, que es una verdadera puerta la criatura, que entender su escasa posibilidad poliglota ya no corresponde, que ni la madre, tan ducha en eso de la lengua, se atreve a sugerir un acento menos seseado para complementar el nefasto trabalenguas que ejercita con tanto ahínco, radical ella, apuesta a llevárselo de turista una larga temporada a la cuna del idioma, a la cama de la oratoria. Mientras tanto, otro profesor más que aprieta el paladar y se despide sin mediar palabra alguna, ni sueldo cobrado, por el cursito de ingles, por encargo, para el donkey éste.

Y sigue la vida y el ciudadano ya está siendo bien proyectado –eso dicen- en una especie de segundo ciclo, su escuela y secuela de curas se ha transformado en segundo hogar, y la capilla se enmudece cada vez que la visita este designado, de la mano del superior aprende y se sensibiliza por la vida y obra del fundador, que la sotana que se enfundaba, el rosario que le colgaba, que la pieza que lo acogió alguna vez, que sus textos comprometidos con la familia y la necesidad de preservarla a toda costa, que la opinión política del cuasi santo y que inocente sus discípulos consideran un nuevo testamento, que la foto con el viejo papa I, II, III, momia es, que en esta otra de la mano, junto a la monja y superiora del establecimiento contiguo, ese de las niñitas, que ya asoman sus pecados, y que a estas horas rezan al igual que él.

Su familia da fe, creen por lo demás, que su criatura la lleva y ha tenido avances sustanciales en estos conventos del saber, en estos sucuchos del valor espiritual -suponen- del si no sabe adivine... o rece. Subestiman todo recinto imaginable, siempre pensaron que, incluso, hasta la capilla sixtina quedaba chiquita para educar al benjamín miguelangelito éste, el regalón de la familia, el consentido de la fortuna, el predilecto de la patria, el mimado de dios. Son unos convencidos que no habrá sitio suficiente, ni aquel idealizado en las revistas de arquitectura más elevadas, un lugar apto, siquiera propicio, para tan tremenda alegría y dicha que el mundo tendrá tarde o temprano o cuando menos se lo espere...

Niño con piojos busca novia
Es un niñito bañado en leche y miel, son su jarabe que va hidratando el perfil que se requiere. Sus desayunos son el nutriente exacto para permitir que explote sus habilidades, la colación de mediodía procura evitar la continencia y es responsable que, miguelangelito, puje de lo lindo y arregle la digestión del espíritu. La comida si bien lo abruma, permite que fortalezca su cuerpo social, su estirpe humana llamada al servicio para salvar la adelgazada moralidad que porta el mundo. El éxtasis viene ya para la hora de la merienda, él no cena, nadie cena en ese hogar, es parte del ahorro energético que procuran, por tanto aquí el mocoso se revela y acaba con todo lo que le ofrezca María, la asesora puertas adentro, que ya luce joroba y vejez de tanto servirle al prójimo, a este próximo excelso de exuberante barriga sedentaria que, por lo demás, no lo amilana, el se dice un perfecto y un perfecto no le teme a la diabetes ni a nada por el estilo.

Ya luego de la arrebatada tragadera, del lonch rutinario, el postulante a prócer complementa su final de día con la dieta exacta de avemarías que su padre insiste en que los rece en voz alta, de ese modo supone, desde el cielo escucharán y tendrán clarito de quién se trata, incluso, hasta el cura rector de su colegio, allá a lo lejos, acurrucado junto a la monja novicia, para atento la oreja en señal de satisfacción propia, porque sabe que su pupilo está cerquita de dios y muy retirado de la maldad, y se enorgullece de la enseñanza introducida, porque él es capaz de arremangarse la sotana para enseñar todos sus valores, está preparado para lo que sea, y lo que se pueda, en pos de los nuevos integrantes de la capilla ardiente, que es en lo que se ha convertido éste bello y altísimo barrio.

Miguelangelito, al igual que sus vecinos, es de los ciudadanos que no se educa en colegio público, por más prestigio que tengan algunos, por más que sean cuna de la república, de presidentes, de ministros, de jueces, que insistan en la monserga que la educación no tiene fines de lucro, que pura sabiduría nomás, su padre teme, por un segundo, que la criatura sufra de aquella rara enfermedad popular de cuestionar la fe, que se le aparezca la paganería y aprenda chistecitos de mal gusto en contra de los curas, de los principios, por último de los valores, que le pueda dar por hacer de la sociedad algún asunto más igualitario, que vaya a codearse con vándalos y pobres de la clase media y uno que otro marginal becado, sobre todo, por el miedo al piojo lumpen que acecha recreo tras recreo, ahí si que se arrebata, como que hasta urticaria le provoca imaginarse a estos desgraciados bichos subiendo por el cuerpo del licuado crío, porque piensa –se rasca la cabeza en señal reflexiva- es posible infecten su alcurnia, su higiene de clase, su estirpe de caudillo, su historial inmaculado, su fina proyección estatuaria. ¡Piojentos de mierda!

Porque tampoco es bien visto matricularlo en cualquier antro educativo a esta edad temprana por más que sus tarado padre y emperi-follada madre insistan que allí la patria se hace más larga y se enriquece, que en esos centros de sabia popular está el negocio a futuro, que allí el nepotismo se funde a la piel como si se tratase de una especie de condón que la protege, que en estas pensadas dachas está la oportunidad del servicio público que repleta los bolsillos a los educados, ellos lo son. Su padre de sólo pensarlo se inflama, no le agrada la idea que, su muchachote, se transforme en un vulgar cualquiera, ni hablar de la burla del vecindario aristócrata, de este barrio de riqueza espiritual y material que los vio nacer y que ha sabido marginar, con la ayuda de la autoridad y por supuesto de dios, a toda lacra de la sociedad que intente mancillar sus extensos kilómetros cuadrados de dicha, a cada uno de los intentos por tomarse sus terrenos baldíos, de hacer circular, por allí, el apestoso transporte público y su obvio roce con la plebe, hasta la plaga de piojos y pulgas se extinguió gracias a los esfuerzos de sacrificar a todos los gatos, perros y vagabundos del sector, lo contrario, dejar que suceda, ponerse condescendiente con el vulgo, sería terminar con su casta social, con sus regalías, su dicha, su moral y cuanto sucedáneo anexo, y eso, por ningún motivo se transa o se negocia.

Además que los colegios siempre son mixtos y no faltaría la niña que rompa la regla y acosara, con calculadora en mano, al infante número uno del país, a este rancio castellano, con el asunto de la fortuna, y solicitara semenstrualmente descendencia biológica y derechos de cualquier tipo en ésta su muy temprana edad, de hecho miguelangelito ya está reservado, pese a que no existe química alguna, ni siquiera física, su inmarcesible estirpe será donada a la hija del matrimonio con apellidos burgaleses, ella será la depositaria del supuesto esperma heráldico que éste lleva, será la afortunada de emparentarse con la dicha, con el placer de heredar la sangre pura y espesa que la familia porta, porque además su fortuna es equiparable, si son casi igualitos, destinan casi todo su tiempo en la especulación sabrosa, que miren que el dólar perdió peso, engordémoslo para que no se desinfle, que la tasa de interés está rellenita, nos conviene tomarla, que inviertan en edificios, que allí, en ese mercado, está la posibilidad de subirle el pelo a la calidad de vida. Cuando hay tiempo, después de exponerse al riesgo bursátil, juntan fuerzas para brindar tanto logro y, desde luego, coordinar y establecer los criterios, notario de por medio, otro parientazo, para ir definiendo los términos de ese pacto y acuerdo futuro que contraerán entre su opaca sangre y sus tiernos y brillosos muñequitos.

La niñita en cuestión, casi un símil de la barbi marilin, ya predica en las mismas praderas iluminadas que miguelangelito, luce el vestido blanco de la comunión siempre que ejercita su futuro paso casamentero y el de la fidelidad hacia quién será su dueño, ella se aplica en todas las materias y labores domésticas, si hasta las hijas de la servidumbre se preparan en el deber de protegerla y servirla como la virgen manda, para cuando la unión de los dos clanes sea una realidad, eso sí, su familia procura por todos los medios pasar desapercibida, casi camuflada, su parentela ha desprestigiado demasiado su sosegada alcurnia, es un decir pero se cuidan, por lo demás estuvieron de acuerdo, si parecían caravana alegre esos años, y es que existen evidencias que uno de ellos, general activo hoy en día, siendo un mozuelo capitán, se hizo el chistoso y valiente soldado y con un fusil ametralladora de largo alcance y una cruz garabateada en el pecho, hizo añicos a más de una docena de opositores aquella vez que, según su cobarde testimonio, no le entran balas a este caradura por contar su dilema, lo obligaron a vestir el uniforme guerrero, pese a su corta edad, en aras de salvar a la patria de toda amenaza foránea.

Por último, la extensa defensa que hoy a-vala a este fusilero adelantado, a este acerado como las mismitas balas que disparaba, consiste en una batería de prohombres vestidos de sotana disfrazados de leguleyos, todos familiares, y se basan, se pusieron de acuerdo para la leyenda, en asuntos y circunstancias muy complejas que atañen a seres superiores como lo es, en este caso, el acusado, así lo dejan entrever, por algo y por muchos años hubo varios intentos por declararlo un verdadero héroe de guerra, si hasta un busto ya se moldeaba en su honor en la casa de moneda, por lo demás –argumentan- es un principio clásico de la moral católica tratar de eximir al indefenso, y vieran ustedes, ¡harto católico que lo han de ver al pobre infeliz éste!

Y a propósito de escopetas, el ciudadano como que anda con la bala pasada hace rato, como que ya se le quiebra la lívido, ya le pica su cuerpo casi adolescente por entero, y ya tiene novia, más bien supone tenerla, es un picaflor ¡Ah, si lo vieran! No deja de observar a la nueva dama de compañía de su padre quién cortó la tradición de las nodrizas y se contrató para él solito a la joven y agraciada que hoy es su sombra, ya no aguantaba tanta soledad casera, tanto desprecio de su ex, sufría de la tan poca sintonía que tiene con las mujeres, ahora siente que le volvieron las ganas de ser más sociable, hasta escurre cierta alegría, chorrea entusiasmo, su piel derrama colores, por las noches se desliza como un torito bajo las sábanas rojas en busca de la felicidad plena, así le llama, y las rabonas van y vienen en este verdadero ruedo de salvajes, los estoques se multiplican y hasta los oles que la plebeya torera gime, entre sarcástica alegría y dicha por la paga, son, pareciera, de verdad.

No hay día que miguelangelito deje de entusiasmarse con tanto pase diestro que su padre practica, que le practican más bien, hasta las cornadas le salen bonitas, es así que ya le echó el ojo a la hija mayor del jardinero que si bien no es muy agraciada, como que no tiene un estilo que la defina, por los menos irradia mucha simpatía, se le clavó la idea de formalizar una relación con ella, y se ha preparado, es un avispado piojo revoloteando la pubertad y ello concita esmero y dedicación por largas horas del día, no descansa leyendo manuales de la sexualidad, el informe kinsey lo sonroja, master y johnson un poco menos, de todos modos el capitulo de las disfunciones es su favorito, el kamasutra lo encuentra decadente, cochino incluso, alguna vez observó a sus padres y le pareció repugnante, prefiere definitivamente aquella revista remanoseada de caballeros, la encuentra más terapéutica, más cercana a la auto ayuda, por nada andar enviciando y teorizando los placeres, eso es ocupar demasiado la concentración de la cabeza, como que le chupa todito el seso y hasta le duele.

Algunas veces merodea las habitaciones de la servidumbre, las regaderas específicamente del personal femenino son sus favoritas y observa entusiasta todo cuanto allí sucede, el hueco o la mirilla previamente taladrada, con todas las puntas posibles, le ha permitido descubrir concavidades varias y pelajes a destajo, es su taco de ojo diario, su a falta de pan buenas las tortas, su pecado concebido, más de una vez le han llegado quejas al padre por el reiterado fisgoneo, por lo demás éste, siente que su cachorrito es un verdadero hijo de tigre, si es parte de la tradición hacer hoyitos y echar un ojo al garabato, y que lo perdone dios –murmura- celebra su condición de pre santo y machito, y ya sueña llevarlo a alguna casa de remoliendas de tradición familiar y verlo acariciar la dicha y alguna teta expuesta y alcanzar su condición de hombre, sin embargo, contiene su júbilo porque está convencido que, alguna vez, miguelangelito atravesará todas las puertas que llevan al umbral del cielo y terminará sus días... acabará más bien, convertido en un santo con el favor del viento y del altísimo. No queda de otra, será necesario vigilarlo y reprimirlo un poco más.

Mientras su padre reflexiona, miguelangelito prepara la primera batería de argumentos en pos de la cita acordada con la desafortunada empleada hija de empleadas, una esclava al cuadrado sin más, si hasta la ropa interior se cambiará para cuando llegue el enamorado momento, para cuando sienta que es preciso descorchar tanta represión y tanto acuartelamiento del deseo, hasta los dientes juró lavarse y eso si que será todo un acontecimiento, de paso echarle alguna amalgama a los zapatos sempiternos que hieden a destajo, si desde chiquito no hay caso que le permitieran airearlos alguna vez, que no vaya a ser que se resfríe, que algún microbio lo consuma, que pise la tierra y su energía se desgaste y un sartal de argumentos a modo de ir agriando y de paso ahorrándole recursos a la sudorosa existencia que le toca.

Se esfuerza en las cartas para su musa y amada y que normalmente deja bajo el macetero que adorna el pasillo por donde alguna vez su madre encaminó su excitado paso, y su cuerpo también, como que corría desesperada en busca de algo de dicha para su vida, para encontrarse con el afortunado visitante que la enloqueció de amor y de cuanto ella propusiera, que llenó su cabeza de hilarantes piojos del deseo, que le enseñó de todo ésa noche de copas, hasta el peludo sesenta y nueve incluso, y que, en un abrir y cerrar de ojos, la hizo una infiel empedernida, que la dejó compuestita, a punto y hecha una fiera, se trataba del mismo que bañó su cuerpo en leche y miel sin ella chistar siquiera, aullaba para adentro más bien, y que permitieron se tragara todos esos años amargos e insatisfechos que pasó junto a su desaliñado, escuálido y poco afortunado esposo, definitivamente se trataba del verdadero progenitor de miguelangelito, tan locuaz e inconsciente hoy en día, quién sigue los mismos químicos pasos deseosos de su madre y el tranco placentero de su biológico padre...

Se desflora un mancebo saltamontes

Finalmente, este pichón futuro de grande, este ya regordete ciudadano, esplendor del globo terráqueo, que más que paloma es un buitre al acecho, es recibido casi con honores de jerarca por la asustadiza y ansiosísima enamorada canchanchana, quien lo introducirá en la materia misma de la carnalidad y que lo sacará, definitivamente, de la sedentaria rutina de comer y ver la tele, por lo demás, ella cuenta con alguna experiencia, es más grandecita, entradita en carnes, si hasta saca pecho, se sabe una adelantada.

Se dice dispuesta y decidida a darle sincera cabida al noble y mañoso pajarito éste, mancebo hijo pollerúo que, entre las atractivas gracias que posee, suele comerse los mocos que su mazacotuda nariz obsequia; se le metió la idea que, masticarlos, fortalece la lívido, de paso protegen la pared estomacal y las probables afecciones del intestino, evitando así, incluso, la desagradable hemorroide, y no hay caso quitarle semejante absurda creencia, menos ofrecerle pañuelos, de allí su afición desmedida a introducirse los dedos en busca de alguna noble masa de c-ostras.

Globos, guirnaldas y sobre todo flores fresquitas, recién recogidas del huerto familiar alfombran el camino de tierra, son parte de la escenografía perfecta para el nido fogoso instalado tras lomita, allí vereda arriba junto a los árboles frutales, en la inmensidad e intimidad del follaje campestre citadino, locación presta a recibir al en edad de merecer y vinagroso ciudadano, que ansioso, cual picle virginal, ya se encamina al encuentro con la carne misma, allí verá cumplido su-sueño del pibe si se quiere, su panacea misma de alcanzar el climatérico goce, de hacer realidad tanta información sexual codificada de revistas caseras, de llevar a la práctica la pornografía familiar acumulada, de hacer efectivo el disfrute gracias al arrebatado entusiasmo que, margot, la hija del eficiente jardinero, le ha sugerido.

Pese a la estirpe de pavo que porta y a las plumas descoloridas que la vida demasiado enjaulada le han otorgado, de tanta desdicha a la que ha sido sometido y donde el celibato es su condición y un condón que lo sujeta, que lo encadena más bien, en contra del pecado, su personalísimo y siempre añorado vuelo del cóndor por fin se hará realidad, y si no, si no fuese posible tal hazaña, ya sabe, el pollito pastando será su plan be según su experiencia en el abecé del sexo a una mano, es bastante reconfortable y, de algún modo, saludable, eso imagina.

Raudo intentará aprehenderse, hasta con los dedos engarrotados de la emoción, del momento justo que la vida le pone enfrente. Será ésta su entrada a las grandes divisiones, al primer equipo, a la reserva de la fertilidad para cuando la patria lo reclame y vitoree, para cuando sea necesario reproducir la insigne especie y mantener el gen al día, para cuando hijos como él sean los llamados a no confundir el sino de los grandes, para cuando sea necesario aclararle al mundo que, no es un mal nacido mercachifle hecho a destajo y menos de parecerse, siquiera una gota, al resto.

¡Ah, que su primera vez! ¡Ah, que la dicha! Si ya está listo, disciplinado y concentrado anda últimamente, si parece corredor de autos, memorizando cada una de las vueltas, las curvas, los hoyos. ¡Ah, que tullido de nervios se nota! Presto, entre mareado y agitado, su corazón latequelate insistente, con temores, con angustias, anda hasta más turbado en estos días, supone haber leído lo suficiente como para llegar a buen puerto, a la meta, al métale y póngale sin más, se siente preclaro, nadie le ha echado una manito con el tema, el se las presta solito, más ahora con el tremendo mono-lito que se le vendrá encima, que ya estremece su ser, que sacude su existencia.

Ya luce bañadito, su olor a lavanda mata pasiones, deveritas que mata, más que echárselo, se vació el frasco, su padre, consciente e informado del suceso, lo dejó a mano junto al paquete de habanos. A todo pulmón impone ¡Nada de cigarros para miguelangelito! que no cohiba su virgen respiración, que de una vez inhale el humo que sólo los poderosos tosen y que se rasque con sus propias uñas, si ya está grandecito y, a propósito, la manicure y el pedicure brillan impecables pese a la uña encarnada que no hay caso corrija. De hecho, le preocupa verse acabadito, briosito, inmaculado, como el personaje ése del Último Tango en París, que se ha transformado en su película favorita, quién de tanto dedo limpio, terminó absorto y bailando el sabroso chachachá con los mismos.

De la ropa, ni hablar, se planchó hasta los calzoncillos, luce hasta calcetines blancos, camisa y pantalón almidonados, inmaculados, son los mismos que ocupó esa vez de la extraña comunión, en donde se negó a recibir la hostia, argumentando que, ésta, era desabrida y sin chiste. No ha crecido mucho pese a todo intento porque así sea, insinúa un insípido bigote que, según la tía juliana, lo hacen lucir más bello o vello o fello, la dificultad motora y del seso la confunden, para el caso da lo mismo, el viril chamaco parece chimpancé de tan peludo gracias a tanta hormona del crecimiento inyectada y soportada a contrapelo de su voluntad.

Y ahí encamina su paso de piernas tiritonas, algo descompuestas y nerviosas, siente que hasta el mastique se le afloja, los dolores de estómago a cada instante contraen su pálida epidermis. Convencido supone es el retortijón que todo héroe o ciudadano de su estirpe sufre en estos casos, es casi la señal del cielo que, de ese modo, ahorra el halo de luz divino y que sugiere, casi como si se tratara de una parábola, que el ruido pedorro que su cuerpo siente, en este instante mágico, en este momento de constricción humana, de la diarrea del paradigma de la existencia, es el flujo de ser el llamado, algo así como el gorgoreo de la especie en pos de su hidalga figura, un pedo potente del universo en aras de sentirlo suyo, un perfumado aroma de la vida misma que lo proclama sin más.

Y si bien su educación ha trancado la naturalidad, como que ha retenido su crecimiento, se sabe candidato a pasarlo bien... y mal, a equivocarse incluso, a meter las patas justo cuando sea el instante preciso. Se entusiasma de todos modos, la edad de merecer lo abruma y se siente estimulado, como que hace ratito la vena se hincha y el vamos poniéndole al asunto no lo intimida, porque tiene claro, o eso cree, que uno como los de su ralea, pese a las constantes prohibiciones, merece sacar a relucir sus encantos, porque son estos los que lo hacen marcial. Al final, reflexiona en pose heráldica, lo harán merecedor de estar parado en algún plinto, de aparecer en algún billete, de ser un héroe absoluto o, de perdida, aparecer en algún álbum de retratos que toda familia de bien siempre tiene.

Miguelangelito se introduce en materia entonces, y carga la cajita de condones más otra con la del día después, su madre, anticipándose, facilitó la artillería de preservativos porque no pretende que su tórtolo hijo, salga con un domingo siete, así de fácil, así es ella, por lo demás se trata de la hija del jardinero y no es aceptable para su rancio linaje podado con tijeras de oro, y es precavida, a ella le sobran los anticonceptivos, de una fecha hacia acá se juró no seguir amamantando crías, optó a que la amamanten otras leches, es una amazona y prefiere que la dominen y la unión de la vaca le asienta muy bien a su cutis.

Rapidito entonces, casi como un águila planeando, el crucial y fertilizado angelito entra en contacto con la moza cortesana, justo en donde la puesta de luna demorará tan sólo un instante, si hasta una frazada luce el duro terreno elegido, el sitio a pisar, esta apertura de bambú, es allí en donde se concentra y desenrolla una artillería de insinuaciones - para ir calentando el ambiente, se dice, con albures por lo demás: - que le juro juana que le tengo ganas es el primer piropo, que dos cucharadas y a la presa su segundo, que aventémonos un palomazo sugiere con entusiasmo. Hasta una cuchara desliza al suelo, en espera que la susodicha entienda la analogía.

Él no es de los que tutean. -Que si quiere se agacha que vienen los indios, que mejor se para porque ya pasaron, que limemos nuestras asperezas, sugiere como invitando. -Que saquémosle punta al lápiz, que rayémonos el cuaderno, que corra que la pillo, que recojámonos el cemento con la llana, que esmerílemelo ahí, que comámonos la color, que magullemos las frutitas, que se viene tremenda zingueta, por qué no me la guarda un ratito, que agárrese del puñal, que la puntita nomás, limpiemos la alfombra, y la leche de súpalo, que mejor de mípalo, son varias las indirectas que van enchinando al pulpo miguelangelito y a la acalorada margot.

Comienzan a presentar credenciales, será su ceremonia de inicio en estos asuntos de remojar los elotes, será el desfloramiento definitivo del petizo comején, que nervioso se esmera en el instante junto a la un tanto pícara doncella. Se unen en románticas y acaloradas contorsiones, son unos verdaderos amantes, todo un cotejo para saborear la dicharachera dicha. -Que dígame algo y yo le respondo, que no se a-pene. Especie de pin-pon en aras de acabar con las vergüenzas y estrujar el confianzudo deseo, de ir afianzándolo más bien. Y ya se tocan y se revuelcan, que ruédele para allá, no que mejor para acá, y la pasión se entierra porque el polvo baldío, es como un barro que fortalece, como el arado y el yunque para la tierra. Y siguen, embarrados hasta por el sicirisco, repitiendo movimientos, aumentando la precoz intensidad, se sienten dioses.

Y cuales urracas siguen. -Que no hay mejor remedio que la verdolaga, comenta miguelangelito con cierto tono misionero. Que echarse a perder sin miramientos será otro de sus tantos eslógan. Y siguen. -Que ahoguemos la sardina, que no está demás echar a ladrar los zaguates ¿y si matamos el oso a puñaladas y sin piedad? o tan sólo doblarle el pescuezo a la gallina. Una y otra vez, introvertido, saca la voz, bastante escondida que la portaba, se mira como un huracán del verso, su prosapia permite toda poesía en pos de poseer a la despeinada y bastante impresionada dama de compañía.

Se sienten top, ya más en confianza, se proclaman el amor y para ello el doble sentido es protocolo, porque envalentona el bichito, comenta el querubín y a estas alturas chacal del útero. -¿Por qué no verle el ojo a la papa y ponerle jorge al niño? -Qué párele con el asunto, que guasquéame la urgencia, que arrúlleme el mastuerzo, que a ver la argolla, que quieresacarlo o quieresacarmela, que vamos haciéndonos camino al andar entonces. -Que de allá somos, que a cómo la cachantum, que pa´ luego es tarde. ¡Uy que polvareda más grande! Que vamos regando el follaje, que remojemos el cochayuyo, que clavemos las tablas, que sáquemela para dentro, que mejor métamela para afuera, que midámonos el aceite, que chequeémoslo mejor, que chinguémonos un tamalito, que aplastemos el sapo, que sóbeme los aguacates, que vamos a los yuyos, que parchemos la cuneta, que hay que subirse al guayabo, que bombeemos sin cesar, que cójame desprevenido, insisten cual ranas en ameno croar.

Cada vez se entusiasman y el albur no decae, más bien se afianza. -Que echar pata, una canita al aire, rompamos el hielo, hagámonos tirita y trizas el chanchito, enterremos al muertito. Y sube la intensidad y el intercambio los alegra. -Que aventémonos un palo, que descartuchemos el instante, que vamos bautizando al niñito éste que ya se viene, que hagamos un caldo, que fajemos apretaditos, que bañemos al perro, que comámonos el biscochito, que ¿cómo le sienta la rosca? que póngale al trikitriki, que présteme el ñakañaka, que córrale que lo pillo, que déjeme ser su es-clavo, que apernemos sin cesar, que acoplemos el soyus, que singuémonos asere, que móntese en el himalaya, que marisquemos los sentidos, que matemos la gallina, que raspemos la polla, que pisémosla también, que hagamos cebo, que comámonos un pollito al velador.

Y se viene el tuteo, hasta para la caña y la indra alcanza, la confianza ya es mutua, son dos sauces armónicos: que vengámonos rapidito, que pisemos el que tu cachai, que ponte tu, que vamos a comprar huevos, que te jeringo el chico, que más abajo del trapiche, que a darle maíz al pajarito, que enchíleme la papa, que atornillemos el gusto, que comámonos la conchita ¿en cuántos trozos te parto? que jálame la riata, que lapiztola, que ¿a cómo me das las canicas? que te cojo los tecojotes, que te pongo mi aquellito, que sin piedad por el sosiego, que hagamos cuchicuchi, que ahí nomás tras lomita, que echémonos un rapidín, que tome para que tenga, que cromemos la salpicadera, que mojemos la chaucha, que la puntita nomás, que rompamos la telita, que teladejoir y también venir, que amancebemos la dicha, que cepillemos la grasita, en definitiva, se arriesga margot, ¿por qué no te pones abusado y me das para mis tacos?

Es hora de la calentura, su geografía corporal lo sugiere, es su tallo perfecto, su loto exacto, listo para la tijera. -Que recójeme la libido, que cuando te veo pal-pito, que démosle veneno a la rata, que a la kentuky, una patita pa´llá otra pa´cá y papas, que vamos a dallas texas, gritar viva chile, que por detroit, y chicago, ya pues echemos a pelear los meones, que panochas pa´ la noche, que ráyame la pintura, que a cómo el anís, que bonita la ortografía, que préstame el chimuelo ¡Ah que mi hija del coño sur! que hágame el mandado, la chaqueta, de paso la manuela, que ponchame las llantas, que embárrame tu cosa, que-charca-charca-chita, vámonos al cam-pito, hoyo aunque sea de pollo, que cualquiera es trinchera, que tapemos el evento, que no es coladera, que deja toquetearte el diú.

No está ausente la poética y los molinos de viento se anuncian, es el yin y el yan que los acopla definitivamente: ¡Ay reata, no te revientes que es el último jalón! que transmíteme tu calor, que por el chico no hay guagua, que por el camino de ripio menos, que comámonos la torta antes del recreo, que apágame la velita, que un solo de trompeta, que acójame el reclamo, que quema-mucho el sol, que quema-más la luna, que mamadas al chile, que paquete-quiero-tuberculo- nervioso, que echemos a pelear los leones, que siéntate en la parada, que agáchate que me escurro, ¿vas a estar mucho rato así?, que presta para la orquesta, que éso que no tiene hueso, que condóneme la dureza, que la conferencia de prensa, que el juicio oral, que la última y nos vamos, que arremétale y arrepóngale, que jálame la pitita, que galópeme este problema, que la cacharpaya con la zampoña por loyola. ¡Oh, mar-got! ¡Oh, mar-got!

Si hasta parece caballito de feria

El jolgorio y encuentro de los muchachos se continúa de un modo intermitente, más bien cuando se puede, y no pierden la oportunidad de estar juntos, de tenerse, de toquetearse, por lo demás es un decir, porque nunca tanto. Él, en su fantasía de dominar al prójimo, el poder es parte de su acerbo, desde un tiempo a la fecha camina como capicúa, que dominando la escena, que convencido y altanero, le dio por prácticas más cercanas al martirio de la carne, y las agresiones contra la muchacha, que ya parece mula serrana, cada día se acrecientan, a puro espuelazo se llevan, entre que la amarra a veces, en otras es quién solicita castigo corporal, el asunto en definitiva se distorsionó, pareciera no va más, si hasta incluso les duele, y ni siquiera llamarlo violencia intrafamiliar, no le gusta el término, argumenta que no se trata de su parentela, que ella no tiene pito que tocar salvo el suyo, y porque, acusarlo de pervertido, lo encuentra una bajeza no apta para su estatura moral, de hecho, ese epíteto más lo violenta, como que le achica el porte y el humor.

Además aduce, siempre desde su lógica poderosa, aquella que se jacta de portar la fusta y castigar al más débil, que a caballo regalado no se le miran los dientes y ni modo que sacrificar un reino por una yegua, ¡No-nes! ¡Si fue ella quién se insinuó a destajo! ¡Es ella la que suele mostrar la hilacha, vaya uno a saber con cuántos otros! Nada de cargarle el muertito así porque sí, y se atreve a decir más, porque se percibe un machito y hasta pitonizo, es de los que observa y chicotea con detención la ascendencia, confía en su ojo de futre, es por ello que, dudar siquiera de su buen ojo, se transforma en un agravio y un menudillo problema que lo agrede, eso es meterse entre las patas del caballo y una familia de tal pelaje y magnitud, de tales pesuñas, por ningún motivo soportaría bajarle el perfil al linaje heredado.

Y explica su enfado, argumenta su coraje, desenrollando cierta idea, guasqueando la lengua, como si se tratase del mismito mister Ed: se puede llevar un caballo al agua, a que goce en ella, a mear y cagar incluso, pero no se puede obligarlo a beber ¡No señores! De allí el dicho que se auto propone para salvar la situación, una especie de oportuno placé, una carcajada de dicho por lo demás: agua que no has de beber déjala correr y que se llene de musgos, de paja, de totora, de lo que sea, total, con agua y con jabón, ya luego, capacito que se borra la huella de cualquier cabrón, y él, por supuesto, es un tremendo cabrón, pero con cansina estirpe ¡sí señor! que lo hacen lucir más bello según su propia y agu-a-da recomendación.

Ni siquiera la insistencia de la humilde muchacha, quien llora por sus dilatados ollares, los mal correspondidos llamados de amor, a que miguelangelito retome las riendas de la cordura, a la tremenda necesidad que reconozca al probable fruto de aquella relación furtiva, convencen al jamelgo y renuente bodoque; cada vez que insinúan su nombre, como el semental y responsable del crío por-venir, raudo cual potrillo de hipódromo, afila los cascos y corre su cuarto de milla a encerrarse, rapidito, a su caballeriza... a sus habitaciones, no sin antes relinchar y llenar de improperios a la resentida margot, que hace un rato ya luce la cola entre las piernas, sin más, y sin derecho a pataleo, está convertida en una yegua apocalíptica cualquiera.

Y está claro que no habrá mayor compromiso, la suerte ya está echada, las cartas marcadas, la tahúr herradura de los de su clase fue grabada, según esto, en la fina piel de alazán, que porta, el mismo día en que fue repujado al mundo por su amazónica y percherona madre, si hasta el médico se impresionó del poderoso lunar peludo que miguelangelito traía bajo la manga, entre la axila y las ancas más bien, un milagro llegó a exclamar el galeno con cara de veterinario, una presunción corrigieron sus padres, con tremenda protuberancia fue casi imposible reconocer si se trataba del lunático crío o de una extraña criatura, o bulto, malformado y allí sí que hubiera sido imposible echarle una manito de gato al pobre.

El color volvió a sus pálidos rostros porque su consuelo ¡Qué manera de consolarse!, es que todos los del clan, sin excepción, de alguna u otra manera portan tremendo tordillo benigno, unos lo llevan más arriba, otros por el costado, como si se tratase de un verdadero adorno de caballo andaluz, como banderilla, como alforja, y lo portan hasta con dignidad inclusive, es su sello de agua, un hemangioma con casta, un nevo con clase sin más. El colmo es aquél primo, al que, dicho moretón con pelos, apenas le permite mover la humanidad, si es como una masa arrebatada y febril con patas, es tan bizarra su imagen que, tarde, mal o nunca sale a la luz pública, salvo algún retrato de la tumultuosa familia, eso sí, ojalá, mal enfocado, a media luz o de reflejo.

Y patitas para qué las quiero, entonces, es su lema, su trote, su paso, sombras nada más entre la vida del otro y la mía, su personalísimo sello, su galope, porque ni pensar en algo parecido a terminar sus días emparejado con alguien que no merece tanta dicha de poseerlo por entero (fortuna incluida), si hasta se siente con aires de purasangre de algún derby ingles el condenadote, y es un ad hoc al respecto, hace honor a la inteligencia y postura supina... y siempre se va por los palos, como a la rastra, y si te he visto no me acuerdo, se apresura a comentar cada vez que termina su extraña y embarazosa calentura, cuando se trata de ir y solicitar audiencia promiscua en pos de la montura diaria que requiere, cuando se trata de ir a colocar su fervor patrio en lo más alto del voluptuoso y ardiente volcán que erupciona infatigable.

Y si la memoria falla, como que se derrite, quiere decir que bien encaminado se siente a olvidar y no pensar en la triste doncella potranca. Es su juego de palabras, su albur, un sarcasmo, un decir, porque además, cada vez que se distrae, cada vez que se para en dos patas relinchando de susto y enfilando su trote de fuga, la dócil y casquivana chiquilla ni tarda ni perezosa arremete en todos los corrales cercanos, y no hay caso ni pingo que se mantenga parado, ella es una verdadera montura de carne, una empedernida por el forraje ajeno, una grupa al viento y en celo y hasta ahí nomás con la señorita ésta, que sin crines ni pelaje óptimo, es imposible equipararla con el mentado pony de circo rico éste, con quién ya resignó su vida, porque ni siquiera en trifectas o quinielas aparece como favorita, no es ganadora de nada.

¡Habráse visto! mezclar semejante algodón campesino, manta de saco cualquiera, con el lino dorado del mozalbete y jinete de los destinos de la nación, impensable imaginar que llegue a la meta, a la familia, a sus abolengados integrantes sin más, y que no está demás decir, generación tras generación fueron preparados a la espera de la dicha, del insigne parabién y estatuario hijo predilecto, para que sea éste el que monte algún caballo blanco y napoleónico que la existencia depare, y que ya vislumbran en alguna plaza importante. Si hasta de imaginarlo relinchan de emoción, lo ven de jinete de un brioso corcel ensillado en su potestad de hijo probo, apretándole las muelas al cuadrúpedo toda vez que su cabalgadura jalonea las riendas, como si se tratase de una metáfora, en pos de tironear la historia.

De todos modos, es un astuto e inventó una especie de régimen nocturno, es la instancia apropiada para el exitoso salvajismo que lleva dentro, allí, el gozo y la desmesura convierten de día la noche y, ni imaginarse, la noche en día, es el horario prime, de oficina, para el ruede que ruede, ronde que ronde hacia la estancia de la servidumbre, y es que fue tanto su entusiasmo aquella su primera vez, que ni siquiera se acuerda de los pormenores y detalles de la misma. ¡Si es un zo-penco! es por eso la insistencia, aprovecha la constante ausencia del padre de margot, quién dicho se de paso, no se cansa de podar matorrales y malezas a las vecinas del barrio, por cierto, de un tiempo a la fecha, es el brioso favorito de varias en esos menesteres de darle duro al aseo y ornato profundo, por último, es un diestro y sabe regar muy bien todas las flores, plantitas y follajes a quien se lo solicite, hasta alimenta a los animales y no es raro verlo con la soga (y la zorra) al cuello cada vez que lo apremian las urgencias y demandantes citas, es un verdadero caballo de las sábanas y más encima prieto azabache.

En fin. Habrá que entrar a tallar otros aspectos, un ciudadano como miguelangelito requiere superar etapas, porque serán éstas las que, en definitiva, irán curtiendo su accidentado desarrollo, su esmirriada evolución, es por eso que, ya se programa su estadía en el internado intermedio a espera de unos años más que permitan verlo vestir su primer uniforme de recluta, y será la escuela militar su próximo alojamiento, su tercera casa sin más, su padre ha decidido que será esa morada en donde su frágil descendiente incorpore la fuerza necesaria para enfrentar la vida, de hecho, el perteneció a la rama de caballería y según su añorado testimonio, por lo menos aprendió bien respecto al trato y al cuidado de los animales, de allí incluso surgió la idea de criar equinos de fina estampa, negocio que de todos modos no ha permitido levantar cabeza, ni su fina estampa, los cuadrúpedos son tan enquencles, que sirven, tan sólo, para acarrear carretas.

¡Si no le dio para más! Sus pretensiones de llegar a ser general (iluso que creía posible andar en una victoria jalada por unicornios) se vieron truncadas aquella vez que, gozando del grado de teniente, quiso coimear, una noche, al sargento de turno apodado caballo loco, un avecindado ruso blanco, un come clavos por lo demás, en aras de salir en busca de diversión, entre borracho y no, tuvo la brillante idea de proponerle salir juntos en busca de placeres, ya al otro día, muy temprano, fueron encontrados en las caballerizas del regimiento, haciéndose los puntos, déle que déle a la monta, en busca del mentado y mítico punto g, fue deshonrado y dado de baja sin pena ni gloria, su pareja, de juerga, el descendiente de cosacos, condecorado con medallas al mérito, al ni siquiera respetar el derecho humano más elemental, el recto más bien, del soñador violado e inocente hombrecito.

Pese a los reclamos del abuelo de miguelangelito fue imposible restituir el honor y su cargo, los argumentos para su defensa eran poco consistentes; que todo fue un montaje, que su hijo tenía problemas por tanta responsabilidad y obligaciones que la vida le pone a los verdaderos candidatos a ser llamados a ocupar, cual jinete cuatrero, un sitial de la patria, y si su hijo ocupaba en ese instante otro sitial, que más parecía estaca, bueno, había que comprenderlo, es el esfuerzo magnánimo de un gigante ciudadano, que entrega todo su cuerpo por la patria, incluso aquellito.

De ahí que miguelangelito, ya más consciente, más imbuido en los asuntos que lo harán acreedor de cierta madurez, por lo menos eso cree, percibe, en su matungo y amanerado padre, gestos y muecas que, por cierto, no le agradan, hasta la nodriza y secretaria, contratada aquella vez de su soledad, se ruboriza a veces, ningún verso para ella, todos van a parar al mozo que lava los autos y carruajes, es así que, supone, entre más se aparte del promiscuo y extraño núcleo familiar, será lo más acertado que habrá hecho para su vida. Y ahí se va el adonis mancebo, un llanero solitario cualquiera, triste y feliz, más bien en franca huida, en su imaginario rocinante o plata, con ganas de conquistar el mundo, con ganas de acercarse a la única premisa por la cual se dice existe y, definitivamente, hacerse el cucho con tanto pasado ingrato, con tanta familia jaranera.

Su vida ya está agendada, repleta de compromisos, es un verdadero caballo de troya para eso de almacenar asuntos diversos, además que cada uno de ellos, serán una corpulenta odisea y hasta dios se compadece en estas horas, esa será su iliada sin más, su verdadera epopeya, un verso demasiado largo; que ser un excelente estudiante, que terminar una carrera, sobre todo una carrera en donde deje a todos bien atrás. Que casarse, a cruzarse más bien, aquella niñita flaca con mandíbula de cepillado jamelgo con apellido burgalés, ya está dispuesta para cuando la vida se la (y lo) pida. Que entregarse por completo a los hijos, ni siquiera pensar que se transformará, de un día para otro, en un hipocampo hacendoso, le viene hasta el hipo y le salen relinchos de sólo pensar en cambiar pañales mal habidos de bosta, se dice que pisarlas y olerlas trae mala suerte. Que ocupar cargos importantes, pese a la obligatoriedad familiar que dicta empezar desde abajo. Que hacer gestos de estadista, esos le sobran, los practica frente al espejo ovalado herencia de aquel otro punga familiar que ocupó el sillón número uno de la nación. Que inscribirse con alguna ley de la república -para sacar adelante todo cuanto hemos hecho por la patria. ¡Vamos arando dijo la mosca!

De ahí se vienen las más difíciles pero no imposibles; ser presidente es una, ya se imagina el montón de discursos al ruedo... a la tribuna popular para el caso. Obtener un cargo vitalicio, para ello la ley la escribieron sus parientes políticos, ellos dominan el legislativo. Esta es importante, ocupar el sitial justo de prócer, por lo demás escasean y es más fácil llegar al plinto, allí tiene ascendencia, son varios los que alguna vez fueron esculpidos para luego ser bien escupidos. Terminar en el cielo a toda costa, nada de pensar en el chamuco y transformarse en hijo del averno, si no carga ninguna culpa y menos averías de índole pecadora hasta el momento, porque, además, sabe que el infierno tiene cupo y eso es imposible obviar, no en vano, a cada rato, llegan noticias papales que informan al respecto y hasta lo asusta y marea tanta herejía del maligno (refiriéndose al diablo).
Es que son tantos los apremios y déficit para este ciudadano de a deveras que, a estas alturas, es imposible abstraerse de tanta obligatoriedad y, sobre todo, de las demasiadas cargas y cagaditas que porta, pero al igual, se sabe un grande pese a su meñique estatura, un caballo con nombre, con apellido aún por definir, un tordillo hecho y derecho y mal hecho y mal visto que le mientan tanto, un nervioso pura sangre, un brioso de pelaje rojizo como el sol mismo a pesar de las manchas en la piel, un temperamental lustroso, escobillado, apto y en edad de dar el paso siguiente, el que la vida le de-pare, el que las circunstancias le rejoneen, para cuando las sogas de la historia se revienten, para cuando la vida misma se desboque, para cuando de un modo manso, pero seguro, se permita no terminar embarrado, cojeando, lleno de heces, con cólicos y sarnoso, mucho menos domado por las circunstancias. Esa será la apuesta, en definitiva a ganador, del mentado miguelangelito...